Cuatro.

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–Sí, buenas noches y gracias.

Me bajé del auto de Cassandra, una chica con la que compartía clases en el instituto. Amablemente se había ofrecido a traerme a mi casa ya que la suya estaba a un par de calles más.

Caminé hacia el portón de mi casa esperando en todo momento que Gusano no estuviera despierto, puesto que sólo con verme empieza a ladrar y hacer escándalo, y es lo que menos quería ahora.

Me sentía un poco mareada a pesar de que solo había bebido 7 escasos tragos en la noche.

2:24 a.m.

Era más tarde de lo que creía.
Había dicho que llegaría temprano pero llegué muy tarde a la fiesta y el tiempo se me fue súper rápido.

Abrí la pequeña reja de aquel portón y no había rastros de la bola de pelo cerca. Al menos podría entrar desapercibida.
O eso creía.

Cuando menos me lo esperaba ya estaba siendo atacada por las sucias patas de mi perro.
Chillé en cuanto me percaté de que sus patas habían ensuciado por completo el vestido.

–¡Gusano! ¡NO!

Mis chillidos fueron en vano.

Al parecer eso alentó más a mi perro a querer jugar. Creo que le divertía el hecho de hacerme enojar, se miraba tan feliz saltando y arruinando el vestido de Trazy, en serio lo disfrutaba.

Cuando al fin logré abrir la puerta y entrar me encontré con lo que menos esperaba esa noche.

–¿Tu fiesta estuvo buena?

Mi padre se encontraba sentado en la sala. Una lata de cerveza brillaba en la oscuridad de la noche en su mano izquierda. Su ropa se miraba arrugada y sucia y ni hablar de su cara, que a pesar de reflejar un enojo puro, estaba llena de mugre y lo que parecía ser sangre. ¿Qué es lo que había pasado?.

–Papá, ¿estás bien?, ¿qué ocurrió?.- intenté acercarme a él pero mis intentos fueron en vano cuando se levantó abruptamente del sofá y arrojó su lata sobre mi cabeza. Mi cuerpo se erizó.

No de nuevo, por favor.

–No contestaste mi pregunta.– su voz se escuchaba tan ronca y dura.

–Sólo fueron unas horas, y además no he bebido.– ¿por qué mi voz había salido tan baja?. Claro, por miedo.

–¿Te parece que soy imbecil? Eres igual de patética que tu mad...—su voz paró de pronto y miró fijamente el vestido que llevaba puesto. Sus ojos comenzaron a cristalizarse y por un momento llegué a ver dolor en ellos.

Mi vista inconscientemente también bajó por el vestido y entonces lo supe. Él sabía a quién pertenecía ese vestido.

–Lárgate.– fue lo único que salió de su boca antes de voltearse y dirigirse a la cocina dejándome sola y confundida en la sala.

Mi padre y Trazy tenían una relación que yo jamás pude comprender. Ambos se llevaban tan bien que aveces yo también deseaba tener esa conexión. Cosa que jamás pasó ni pasará.

Mis pies se dirigieron hacia las escaleras y mientras subía pude escuchar lo último que salió de su sucia boca. Algo que hizo que mi corazón se estrujara.

–Jamás serás como ella, ¿lo sabes?. Nunca podrás ser como ella.

Y entonces cerré la puerta de mi habitación.

(...)

Mis ojos se cerraban cada cierto tiempo por el sueño que tenía. ¿Por qué ir a una fiesta y llegar tarde si después tendría que trabajar?. Bueno, pregúntenselo a la brillante Destiny.

ALEJANDRO | natasha salinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora