Café y resaca.

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Hola a todos, lamento no haber publicado, estoy estudiando, si en vacaciones, tal vez soy un tipo de nerd o simplemente no sé decir que no a mis padres, lo segundo. 

Como sea... este capítulo es el primer problema, son dos o tres partes, por así decirlo, publicare lo siguiente el viernes o sábado y la otra...la próxima semana.

Como siempre, espero sus comentarios, votos o simplemente leídas, entiendo que no todos comentan o votan, pero con el simple hecho de leerlo, créanme ya es mucho, bueno ya los dejo leer, disfrútenlo.

Fuimos a una de las cafeterías más famosas de la ciudad, era muy famosa por su pastel de café levanta muertos, por sus refrescantes jugos, y por sus deliciosos sándwiches de pollo, adoraba cada uno de estos, siempre que podía los compraba, una vez al mes, si no tenía tiempo, lo cual raramente pasaba, no es que nuestra carrera demandara mucho tiempo.

Las cuatro estábamos sentadas alrededor de una pequeña mesa de madera, las gemelas se tomaban muy literal sus frases, sobre la mesa habían cuatro cafés, por un momento dudé si era buena idea que ella lo tomara, pero intenté no pensar en eso, no quería pensar en nada, me dolía la cabeza horrores como para preocuparme.

-Se supone que no se debe tomar café para cortar la cruda- les dije, apoyé uno de mis codos en la mesa, las gemelas me miraron, levantaron la taza para darle un sonoro sorbo, puse los ojos en blanco ¿No me escuchaban?

-Eres la única que tomo lo suficiente como para tener resaca, nosotras estamos bien- dijo Carmen, en su voz tenía algo que me decía que se estaba burlando, pero no tenía la fuerza para decirle algo al respecto, solo suspiré, al diablo mi hígado, si esto me quitaba el dolor de cabeza, yo feliz, le di un gran sorbo al café.

-Pensé que te haría daño- dijo Rachel, yo me encogí de hombros, en este momento no me importaba, un café no iba a matarme, no es como que tomara todos los días, es más lo hacía casi nunca, así que la probabilidad de que me hiciera algo, era más que mínima.

El sonido de una campana me llamó la atención, usaban una campanita encima de la puerta para que anunciara que alguien entró al lugar, levanté la vista, para ver quién entró, me atragante al ver a la persona parada en la puerta. 

-¡Mierda!- exclamé mientras tosía, las gemelas se voltearon a ver, noté como se tensaron al ver a la mujer parada en la puerta, Rachel la miraba sin entender nada, jalé la capucha para tratar de esconder mi rostro, las gemelas se voltearon, agacharon la cabeza intentando esconderse, Rae nos miraba sin entender que sucedía.

-¿Chicas?- preguntó, por encima pude ver como la mujer se acercaba furiosa en nuestra dirección, cerré los ojos con fuerza, esto no podía estar pasándome ahora, ni en el mejor de mis momentos desearía que esto me pasara, ahora menos que mi dolor de cabeza empeoraba.

-La señora es...-intento decir Clara.

-¡María Janet Cabredo Gonzales!- gritó mi madre, logrando que todos voltearan a vernos, podía escuchar algunos susurros, preguntas, para todo el mundo era un misterio que mi primer nombre era María, aunque lo había cambiado hace años, no dudaba de que mis padres siguieran llamándome por ese nombre.

Rachel me miró, tratando de ocultar su rostro, creo que había entendido quien era la aterrorizante mujer, aunque por más de diez y siete años había aguantado sus gritos, sus constantes críticas y aunque ella nunca lo admitiría, sus constantes insultos, por mucho tiempo fui libre, parecía que esto no duraría mucho ¿O sí?

-Carmen, Clara...- miró a Rachel, que agachó la cabeza, al sentir su mirada puesta en ella, mi madre decidió que esa chica, la cual estaba sentada junto a su hija, no era importante, mejor para mí, su mirada volvió a posarse en mi pobre persona, otra vez me sentía como una adolescente que iba a ser regañada por su madre, esperen, eso era.

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