6. Good evil.

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Raquel.

—No puedo creer que en serio lo hayas hecho.— Sergio caminaba detrás mío mientras yo daba vueltas en la sala principal donde varios ángeles entrenaban. Chocaban unos contra otros cuando sus alas no hacían lo que ellos querían. —No puede... Es... Es impensable, es poco creíble... ¡Está mal, Raquel!

—Lo sé, Sergio! —dije exasperada. Me giré para verlo y respiré profundo. —Lo siento, no quería gritarte. Era lo que debí hacer. No tenía otra opción, no puedo imaginar a Martha en el infierno.

—Laura tomó sus propias decisiones, Raquel, ella sabía a lo que se enfrentaba cuando empezó a ver a ese demonio y... —mi mirada hizo que hiciera una pausa y se disculpara en silencio, luego continúo con la voz más suave. —Sé lo mucho que significa para ti, pero esto te pone en peligro a ti también. Si alguien se entera que estás teniendo esta clase de encuentros con Alicia Sierra.

—Nadie lo hará, sólo tú lo sabes.

—Está prohibido, Raquel. Te podrían desterrar, quitarte tus alas, si los serafines saben que participas de...

—¿Participar?

—Sabes qué quiero decir.

—Ciertamente no lo sé. —me acerqué a él, cruzándome  de brazos. —¿Crees que me gusta hacerlo? ¿Piensas que disfruto de ver justo en frente de mí como a esas personas le arrancan el último suspiro de vida? No sabes lo que fue para mí presenciar lo de hoy. Fue... Fue horrible.

Después de un minuto entero en silencio, Sergio hundió los hombros con aire preocupado.

_Lo siento, Raquel. No era mi intención que sonara así. ¿Ella es así de... Espeluznante como dicen?

—¿Quién? Oh, Alicia. —Sergio nunca la había visto antes, no muchos ángeles lo habían hecho de todos modos, pero los pocos que habían estado cerca suyo decían que era el demonio más temible. Para mí solamente era una niña creída, soberbia y arrogante con algunos cientos de años. —No, no lo es.

Me dispuse a ir hasta la salida dando por finalizada la conversación pero mi amigo me siguió algo inquieto. 

—¿Le dirás a Silene? —fruncí el ceño un instante, no había pensando en contarle a ella lo que había hecho.

—No lo sé.

—Bien, Sergio, suficiente por hoy. Nos vemos luego.

Silene Oliveira era mi mejor amiga, y la segunda al mando en caso de yo no estuviera.

Era de las más respetadas y en parte se debía a su gran habilidad para la lucha. Cada misión en la que ella iba estaba asegurada como ganada. Habría sido la líder de nuestro clan en primer lugar pero me cedió el paso a mí, nunca supe con certeza el porqué, pero Silene era más de divertirse aniquilando demonios que liderando a cientos de ángeles. En resúmen y aunque ella lo niegue, Silene era igual de importante que yo en cuanto a la jerarquía angelical. Era de las más inteligentes y fuertes dentro de nuestro clan y aun así eso no se le subía a la cabeza, claro que un ángel debía ser desinteresado, pero Silene siempre había sido de los mejores en cuanto ayudar a los demás.

Salí a las afueras de la sala principal, a la ciudad. Hybrion podría ser considerada como una ciudad mortal más pero no lo era. Los ángeles solo teníamos como trabajo proteger a los humanos así que no se esperaba que Hybrion tuviera bancos, centros comerciales o cosas así de extrañas. Solo casas. Calles y calles de casas donde teníamos todo lo que desearamos en la medida de lo necesario. Yo era feliz con mis libros pero Sergio, por ejemplo, se había puesto un poco obsesivo con un juego de cartas de los mortales por lo que lo dejé conservarlas. Caminar por esas calles era placentero, el aire de sentía tan liviano y suave, tan puro y cálido.

Prohibido Tocarte; RaliciaWhere stories live. Discover now