capítulo uno: vida

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Desde el día de su nacimiento, se convirtió en la felicidad de muchas personas, en el símbolo de una nueva era que todos por alguna razón ya esperaban con ansío, con completa devoción, porque por fin se alumbraban en el horizonte épocas rebosantes de dicha, de esplendor para la tierra que los cubría, para sus familias, para su prospero reino, que ya contaba con su nuevo heredero: con Louis I

Louis I el príncipe de Havenlí, heredero al trono, vio por primera vez la luz de la costa que rodeaba el palacio un diciembre, cuando ya los vientos se colaban fríos por los amplios ventanales, cuando los suelos se adecuaban para la cosecha de incontables sembradíos allá en las montañas, y el agua del río, pues resultaba ser lo suficientemente helada como para evitar remojar los pies luego de una extensa caminata por los parajes que separaban las zonas pertenecientes al reino del palacio.

Louis era por naturaleza el próximo gobernante de Havenlí y debía ser entrenado para ello, debía actuar con honor, rectitud y benevolencia para con el pueblo que le había visto nacer. Su padre, el rey Troy junto a la consorte Joanna, lo educaron para tal cargo desde que él por si mismo tuvo el completo poder de sostenerse con sus pies.

Todos admiraban la belleza del heredero, puesto que desde muy joven su lustroso cabello castaño asemejaba a la fina madera de las puertas del palacio, de los pinos, pero sus ojos ¡ah! Sus ojos azules recordaban nada más y nada menos que al río que corría por los extensos bosques de pinos, al océano que fielmente cubría su tierra. Azules, brillosos, el príncipe era digno de toda admiración desde el primer momento en que había abierto esos ojos para mirar a sus padres.

Esperaban que fuese el soberano ideal, un alfa poderoso que poblase el reino de sanos cachorros, de más herederos de ojos azules. Tuvieron el tiempo necesario para anhelarlo, para tocar esa posibilidad con los puntos de sus dedos, los reyes, el pueblo, hasta él mismo. Sin embargo todo cambió cuando el príncipe Louis hubo cumplido los dieciséis años y el desgarrador celo lo hizo manifestarse como un omega.

Quiso decir que su vida empeoró, que había decepcionado a sus padres, que era una verdadera desgracia para el reino que el heredero al trono resultara ser un omega. Pero no fue así, sus padres, quienes por obvias razones fueron los primeros en enterarse, solo lo colmaron de más amor, de lecciones acordes a su condición, y amablemente cortaron el cuello de quien se atreviera a renegar de la naturaleza interna del príncipe heredero. Y aunque eso le bastó algunos meses para sentirse cómodo con su omega, es decir, quererlo, entenderlo...Louis no podía evitarlo, porque al fin y al cabo, sus padres lo hicieron porque eran sus padres, pero más allá de eso él tenía un deber importantísimo con Havenlí y les había defraudado ahora que en algún punto tendría que casarse para ser ¡él! Que portase los próximos herederos al trono.

Sentado allí frente a los rosales del inmenso jardín del palacio, ese que poseía las estatuas de mármol pertenecientes a sus antecesores, se sentía...juzgado. Como si algo muy muy dentro renegara de ese presente, de su corazón, su curvilínea figura, tocaba con amor las rosas y pensaba: ¿De verdad seré absoluto poseedor de esta corona que yace sobre mi cabeza?

Louis era fuerte, galante y sumamente inteligente, más habían cosas en las que no podía igual a un alfa, como en la fuerza, en ese poder y autoridad que tan solo con verlos emanan aquellos. Desde que se develó su condición al resto de Havenlí sabía que muchos iban a ir en su contra, que el peso que caía en sus hombros se multiplicaba, y la corona...Louis después de tocar las rosas, tocó su corona, y le pesaba. Aquella corona brillante con cristales rojos, azules y verdes, pesaba en su castaña cabeza.

―¡Louis! ¡Louis! ―llamó Lexus, su hermana menor.

Allí entonces giró la cabeza para ver a Lexus, corriendo hacia él con su enorme vestido rojo de seda y pliegues sobre los brazos, su cabellera castaña envuelta en una larga trenza muy por debajo de sus caderas. La princesa de Havenlí, también tenía los ojos azules y resultaba ser tan preciosa como su madre, Joanna.

el príncipe heredero [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora