capítulo cinco: ida

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Harry sollozó nada más recordando los ojos cristalinos del omega al tener que darle la noticia. Abatido y lleno de emociones negativas, se sentó tenso en su pequeña habitación del palacio. Luego de finalizado el cortejo, maravillados y extasiados con la burbuja de amor que habían creado tan solo para ellos, vivirían seguros, jóvenes y enamorados, tenía que llegar esta cruel separación. Harry tendría que partir con las tropas del palacio a las montañas, dejando al príncipe con un corazón roto.

―Voy a volver a ti, voy a volver porque este no es el final ―susurró entre lágrimas, cerrando los ojos para apaciguar el dolor.

Todos se preguntaron que había causado tanto estrago en la actitud del príncipe heredero, apenas se le veía rondar por el palacio, ya no bailaba y mucho menos frecuentaba los rosales. Nadie aparte de él mismo sabría pues que se trataba de un corazón roto. Aunque el aroma a tristeza y desolación que llenaba la habitación pues tendría que darles algunos indicios. No pudo hacer nada, no estaba en él alejar a Harry de sus sueños, por eso no se interpuso a su partida.

Regresaría como un héroe, y eso sería la mayor de las recompensas para el omega de ojos azules que le esperaba noche tras noche sentado en el balcón, admirando el oscuro cielo, la luna.

―Dime cariño... ¿Qué hacer sin ti? Si tu reflejo es mi refugio ―susurraba a la brillante luna.

Sus lágrimas bajaban silenciosas por sus mejillas, pestañeando lo suficiente para espantarlas. En su mano descansaba la última roja del cortejo, todavía vivía para él. Sin embargo su cuello, todavía estaba vacío, al igual que su corazón.

Los días siguientes no fueron más fáciles para Louis, sus actividades reales continuaban, sus clases, tenía que salir al pueblo, firmar acuerdos, cabalgar. Tan solo la brisa sobre su rostro conseguía calmarlo, alejarlo de tantos recuerdos y dolencias.

Bajó del caballo, allí de pie en la cima del risco, en la que las olas del océano chocaban fuertemente, el ruido, el color azul le envolvía. Louis suspiró, le pedía a los dioses que su alfa estuviese bien.

***

―¡Al frente! ¡Uno, dos, uno! ―gritaba sir Horan para organizar las filas.

Se encontraban a pocos kilómetros del campamento enemigo más cercano. Y la tensión podía notarse en el ambiente, los alfas estaban enojados, exhaustos, necesitaban hacer un trabajo limpio y rápido si querían volver a Havenlí lo más pronto posible. Harry sentía el tirón en su estómago, esa sensación que no le abandonaba desde que hubo dejado el palacio, y al príncipe en el, roto. Cuando solo esperaban el término del cortejo para hacer todo oficial frente a los reyes, sin embargo fue el mismo castaño que le ordenó que se marchase, a blandir su espada en nombre de él, de su reino. Era su sueño, pero ahora estaba Louis en su vida y Harry sentía que de alguna manera no era lo correcto, porque su alfa rugía como resultado de ese característico instinto de protección, de ir a buscarlo, tenerlo entre sus brazos, besarle el rostro, olerlo. Para Harry ya nada tenía sentido si no podía sostenerlo, sentir su piel entre los mordiscos que le daba a sus finos labios. Ansiaba a ese omega, para el resto de sus días, para verlo gobernar...tener a sus cachorros. Oh sí, el alfa se regocijaba, empezaba a emanar posesividad, haciendo girar a algunos de sus compañeros, a Zayn quien no tardó en posar sus orbes caramelo sobre él.

―¿Sucede algo Styles? ―preguntó con férrea voz.

Después de sir Niall, Zayn era el segundo al mando, siendo una especie de general dentro de la guardia real, no era un cargo del todo oficial, pero por su obvia cercanía con la corona pues para todos ya el pelinegro ostentaba de respeto. También porque se corría el rumor que este sería el futuro consorte del príncipe heredero. Y esto lógicamente lo haría ascender tanto económica como socialmente.

el príncipe heredero [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora