Leónidas:
Al llegar a casa todo era aburrido. Nada se sentía como de costumbre, mi viejo y su pareja estaban muertos y ahora yo tendría que encargarme de todo. De mis hermanas, de la casa y las finanzas de mi padre, y luego de terminar la escuela y convertirme en un militar para poder mantener el estilo de vida que siempre he tenido además de cuidar de mis hermanas, las cuales eran inútiles desde que nacieron ya se les había dado todo. Todo seguía su curso natural, las señoras de la limpieza se encargaban de Alissa y Emilie y yo me mantenía al margen de todo lo que se me permitía estarlo. Si él estaba muerto ahora no tenía que rendirle cuentas a nadie, era más libre de lo que nunca había sido, pero aunque odiase admitirlo me sentía perdido.
Por qué estaba apoyando toda esta locura, convertirme en lo que sea que estuviera estipulado en el plan de Irina, un asesino, un secuestrador o lo que sea que requiriese su plan. Nunca entenderé del todo a Demián, lo conozco hace diez años y realmente jamás mostró iniciativa por nada después de que cumplió los siete, y ahora se había envuelto en esta locura. Esto ya se volvía un hábito adictivo y destructivo, pensar demasiado cuando nadie me veía y sonreír demasiado cuando alguien me veía. Todos me molestaban en cierta medida y provocaban que quisiera largarme lo más lejos que pudiera. Y pensándolo bien, ya no había nadie que pudiera detenerme, incluso hasta podría hacer lo que me gustaba por una vez en la vida. Pensé en mi cuarto mirando mi guitarra, tras afinarla toque un par de acordes y la melodía trajo diversos recuerdos. Ya ese imbecil no podría molestarme, ya no tenia porque ocultar lo que realmente me gustaba. Pero aún sentía que le debía algo, y a medida que más tocaba y las melodías salían como quería más sentía que algo estaba mal. Dejé de tocar y tomé los guantes de boxeo y mis auriculares, me cambié y me puse unos pantalones cortos y una camiseta larga y blanca junto a unos tennis. Entrené hasta no poder más, hasta que mis brazos se sintieran tan pesados que no pudiera levantarlos y por momentos dejase de sentir el aire recorriendo mis pulmones. Rabia, tenía rabia con el mundo por haberme puesto en este lugar. No soy una buena persona, las personas con las que cuento chistes y sonrió a diario son falsos, no son nada interesante. Todos son unos aburridos de mierda, todos quieren algo de mí pero primera vez en mucho tiempo yo soy el que quiere algo de otras personas, quiero hacer algo con otras personas.
Acostado en el suelo y buscando el número entre mis contactos intentaba pensar en algo qué decir, un discurso convincente y conciliador era mi idea inicial, aunque no es difícil contentar a la gente de por aquí, solo necesitas dinero y plantear todo como si fuera el trato de su vida, cuando claramente no lo es. Aunque esta vez no estaba tan seguro si iba a ser realmente fácil, lo último que recuerdo de él es que dejó el ejercito y el escuadrón de mi padre una vez que empezaron con los negocios ilícitos, esa clase de personas son las que más me molestan, recitando mensajes de que los valores no tienen precio, como si realmente hubiera algo que el dinero no pudiera comprar. Esto iba a ser difícil al final.
-Lucas soy Leónidas necesito hablar sobre un asunto que quería plantearte, pero antes ¿cómo has estado?-Intenté sonar todo lo animado que pude, si no fuera porque no he hablado con él en años podría decirse que éramos cercanos.-
-No es por nada, pero tu tono de vendedor me saca de quicio. Así que sí dejas de hablarme como si estuvieses tratando de vender un producto basura, nos ahorraríamos mucho tiempo-La voz rasposa e indiferente de Lucas, permitió que pudiera expresarme con total libertad.- ¿qué quieres?
-Tienes razón, me encantaría venderte una cantidad considerable de marihuana para tratar ese terrible humor, además por el módico precio de absolutamente nada puedes llevarte un poco de carisma, ¿qué te parece mi oferta?-
-No eres más que un niñito inmaduro igual que tu padre, yo no hago tratos con niños que se pasan su hora de dormir. Cuídate.
Antes de que Lucas pudiera colgar, Leónidas rápidamente dijo las palabras mágicas: "necesito que me entrenes". Eso fue suficiente para mantener a Lucas en la llamada, aunque su única respuesta fue un largo y pesado suspiro, dejándome tiempo para explicar mi punto.
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Estrellas ardientes.
General FictionEstoy a punto de morir, todo se siente frío y la cabeza me da vueltas al compás de todo el caos a mi alrededor. Aunque ahora tenga diecinueve años, y sea una edad temprana para morir...realmente me siento feliz de poder decir que estoy muriendo. Y e...