iv.

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El miedo venció a Hugo el miércoles siguiente. Y el siguiente. Y el otro.

Se sentía ridículo al no poder hablarle. Sin embargo, seguía dejando sin falta los girasoles sobre su mesa. Sus compañeros le preguntaban constantemente por qué no le hablaba a "Sunflower", como él solía llamarla. Hugo simplemente se encogía de hombros, sin ganas de contarles la verdadera razón.

Al tercer miércoles, "Sunflower" se levantó de su mesa luego de tomar el café y, en vez de ir hacia la salida, fue hasta la caja. Hugo lo notó y sus manos comenzaron a sudar. Estaba nervioso.

—Disculpa —lo llamó. "Tiene la voz más hermosa del mundo" pensó Hugo, tratando de disimular los nervios—. Tú trabajas aquí todos los días, ¿no? Recuerdo haberte visto.

—Si, de lunes a viernes —le respondió él, sorprendiéndose por la horrible pronunciación del francés producto del nerviosismo.

—¿No habrás visto por casualidad a alguien dejar girasoles en mi mesa? —Hugo tragó saliva y negó.

—No, lo siento.

La decepción en el rostro de Sunflower fue evidente, sin embargo, comenzó a revolver en su bolso. Sacó una libreta y una lapicera y garabateó algo.

—Si alguna vez llegas a verlo, dale esto —dijo arrancando una hoja y entregándosela—. Quisiera agradecerle.

Hugo asintió y ella se fue no sin antes dedicarle una sonrisa.

Él se quedó perplejo; había conseguido su número. 

Sunflower || Hugo WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora