Capítulo 6

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CAPITULO 6

Los minutos en ese mismo instante se hicieron tan cortos, que por un momento llego a pensar en no salir. Buscaba en la mirada de él ese brillo especial que supo apreciar la primera vez que lo tuvo frente a ella.

- No puedo Can, no puedo salir, me da miedo.

- Está bien preciosa, solo dime una cosa- le dijo él.

- Qué cosa –le contestó ella.

- ¿Confías en mí? –le pregunto colocándose justo detrás de ella.

- Sí –contestó apoyando la cabeza en su pecho.

Sin pensárselo dos veces él le tapo los ojos y juntos caminaron nuevamente. Los primeros rayos de sol se posaron en los pies de Katrina. Sus ojos no podían ver nada, pero en cambio si sentía el aire, notaba una suave brisa acariciar sus mejillas, un perfume muy conocido para ella era lo que entraba en sus pulmones, el olor de la flor del almendro.

- Ahora ve despacio –le indico Can sin quitarle las manos de los ojos –primero un escalón pequeño, luego dos más grandes y ya estamos fuera. ¿Preparada? –le preguntó nuevamente.

- Por favor no retires tus manos tan rápido de mis ojos.

- Tranquila, lo haré tan suave y lento que ni tan siquiera notaras que las retiro –le contestó.

Como si sus manos fuesen de pluma de cisne las fue retirando muy suavemente de su rostro. Luego la abrazó por la espalda, agarrado a su cintura y cerca de su oído le dijo....

- Abre tus lindos ojos y mira todo lo que tienes a tu alrededor, todo lo que te rodea –seguía sujetándola pero esta vez estaba delante de ella.

El corazón de Katrina temblaba de una forma descomunal, sentía miedo. En su cabeza muchas preguntas se agolpaban una y otra vez ¿Qué es lo que habrá? ¿Estaré segura? ¿Quizás me miren como una cosa rara?

- Vamos Katrina abre los ojos y déjame verlos a la luz del día –le dijo Can interrumpiendo de se modo sus pensamientos.

El día estaba soleado, como si no hubiese llovido la noche anterior, como si aquel viento tan frío solo hubiese sido un poco de corriente. El cielo estaba despejado de un color celeste, las nubes habían decidido no aparecer. Aquel Jardín que había a la entrada estaba repleto de rosales, azucenas, árboles de jazmín y de almendro florecían como nunca, un colorido hermoso y una belleza sin igual era lo que esperaba que Katrina abriese sus ojos. Aquel paisaje se convertiría en el saludo hacía una princesa que había vuelto a la vida, que había conseguido salir de ese despiadado hechizo.

Lentamente los párpados de Katrina comenzaron a abrirse con cierto temor, como si de despertar y ver nuevamente la luz del sol, los abrió. Su mirada estaba fija en el suelo, Can tomo su barbilla y despacio fue levantándosela.

En el rostro de ella se podía notar poco a poco la alegría de ver que todo estaba tal y como lo recordaba, aquellos rosales de los cuales solía coger siempre un ramo para llevarlo a la tumba de su madre. Los árboles de Jazmín, siempre solía sentarse debajo de ellos mientras hablaba con su dama de compañía. De los árboles de almendro recordaba una anécdota muy mala, pero le saco una sonrisa al recordar el empacho de almendras que cogió siendo una niña de diez años, desde aquel entonces no las volvió a probar. Luego miró a su derecha y algo no le era familiar.

- ¿Qué carruaje más extraño? –preguntó.

- Carruaje –contestaron a coro los tres.

- Si –dijo acercándose al coche – ¿donde están los caballos? –pregunto mientras los buscaba por los alrededores.

- Veras –Baris se acercó a ella –los caballos están dentro –añadió muy seguro de lo que decía.

Katrina (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora