Capítulo 3

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El joven castaño fue bajando sus besos por la exquisita y acaramelada piel de Aristóteles, el cual se mantenía quieto, tembloroso y con sus ojos cerrados por el placer.

No lo podía creer.

Cuauhtémoc López, el chico más guapo del instituto estaba apunto violarlo.

Bueno, eso no sonaba tan bien si lo decía de esa forma, pero aun así el oaxaqueño estaba listo y dispuesto.

Gimió cuando el mayor mordió suavemente su cuello; subiendo por la línea de su mandíbula hasta dejar besos húmedos por la misma para que finalmente diera con su oreja, encontrándose directamente con su lóbulo, el cual lamió y mordió con sensualidad.

-Ay corderito, no sabes cuánto me pones- jadeó bajo la brillante mirada del contrario, quien no podía estar más confundido por lo que pasaba. En cambio, el toluqueño solo pudo sonreír con perversión antes de volver a tomar el control de sus labios, absorbiendo la dulce torpeza con la cual el menor correspondía.

Ari no pudo evitar temblar bajo su cuerpo, un poco acojonado porque no sabía que hacer exactamente; sin embargo, el mayor tomó sus manos, posándolas justo en su trasero.

Sí tenía que darle un pequeño empujón, pues así seria.

-Toca, carajo, tócame como lo haces con esos malditos libros de química- exigió con un tono desesperado, porque realmente necesitaba sentirlo en toda la expresión de la palabra.

El rizado se encontraba vacilante, puesto que todavía no estaba muy seguro del rumbo que estaban tomando, pero de alguna u otra forma no quería desaprovecharlo.

Poco a poco su cuerpo comenzaba a ponerse muy caliente; mientras que las tetillas de Temo se atrevían a marcarse a través de la ligera tela, dejando al menor totalmente sonrojado.

Con sumo cuidado, comenzó a pasar sus manos una y otra vez por sus nalgas, acariciándolas con timidez hasta tomar la confianza necesaria para apretar con un poco de fuerza, por lo que un sonoro gemido salió de la garganta del contrario. En ese momento, el de ojos chocolate asustado de haberlo lastimado, rápidamente sacó sus manos de ahí.

-Y-yo l-lo siento tanto

Cuauhtémoc lo mira con hambre antes de recostarlo con un fuerte empujón en el sillón, acomodándose directamente encima de su dureza.

- ¿Sabes Ari? - susurró acariciando sus rizos- no sabes lo caliente que me pones desde que te vi- le confesó, comenzando a moverse con un ritmo tortuosamente delicioso; el cual logra hacer fricción entre sus erecciones.

El menor trató de no gemir, por lo que un gran suspiro es lo único que sale de su nariz, apretando sus ojos con tanta fuerza que lo hace sonreír con mofa.

-No te reprimas, lindo- pidió por lo bajo, apoyando sus manos en el pecho del más alto- tanto tiempo soñé por tenerte debajo de mí- jadeó aumentando la velocidad de sus caderas- quiero verte y oírte, mi pene se siente tan caliente por ti- el timbre tan sucio del más bajo, solo pudo causar que Aristóteles temblará ante sus palabras adornadas de lujuria y terciopelo.

Aris elevó sus caderas cuando Temo gimió en medio de una cadena de sentones; arrancándole varios suspiros que lo hacían rasguñar la tela del sofá en medio del placer. El castaño continuó una y otra vez hasta que repentinamente dejo de hacerlo; causando un quejido de parte del oaxaqueño, por lo que de inmediato abrió sus ojos con desesperación.

Aunque no esperaba tal imagen...

El de piel blanquecina se encontraba con sus dos piernas dobladas y abiertas de par en par, acomodándose a un par de centímetros de su rostro; quedando totalmente a su disposición. Su brazo izquierdo fue soporte mientras que terminaba de situarse, comenzando a correr su pequeño short de pijama a un lado; dejando ver unas bragas de encaje, totalmente húmedas.

Lindo AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora