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Lothar había llamado a Samantha para que ella y Peter fueran sus guardaespaldas en uno de sus negocios. Samantha había dicho que sí, principalmente porque decir que no, no era ninguna opción.

Samantha se encontraba detrás de Lothar a su derecha. Junto a ella se encontraba Peter.

— Esperen aquí.

Ella asintió por inercia, pues Lothar ni la miró al pasar, e hizo guardia en la puerta donde Lothar entró. Ella no sabía qué lugar era ese, solo sabía que Lothar los había llevado ahí.

Los pisos eran de madera clara. Las paredes estaban pintadas de marrón más oscuro, y las puertas eran también de madera clara. Era un lugar que no era elegante. Parecía un lugar al que las personas solo iban para pecar.

No eran antorchas las que alumbraban. Eran quinqués.

Ella observó a una pareja, un hombre y una prostituta, avanzar a una de las habitaciones. Hizo una mueca de asco al respecto, luego se irguió y volvió a ponerse firme en su guardia en la puerta. Observó más allá del pasillo, dónde había otra sección.

Vitoreos, abucheos y más gritos salían de aquel atestado lugar, y ella se preguntó que había allí. Pero, como siempre: no podía quedarse con la duda.

— ¿Qué hay ahí? — le preguntó a Peter señalando la dirección con la cabeza.

— Son los pozos. — Ella lo observó con una ceja alzada con lo que a Peter le pareció sarcasmo. Como si ella supiera lo que eran. Él notó su mala mirada. — Son pozos donde pelean dos personas a muerte, o inconsciencia, al final el ganador recibe dinero.

Ella asintió. Podría hacerlo muy bien si lo deseara. Y era una forma sencilla de ganar dinero. Dinero que necesitaría.

— ¿Y qué es aquí?

Peter se tensó y negó con la cabeza.

— Eres demasiado pequeña para saberlo.

— Sé perfectamente que son estas mujeres y su oficio. Tengo dieciocho años, no cinco. — bufó molesta. Lo que ella quería saber era que era el lugar, su nombre.

— Es uno de los negocios de Lothar. Sus inversiones.

— Ya veo, ¿Y cómo se llama este lugar?

— Estás en los Subterráneos.

— ¿Subterráneos? Que creativo. — dijo con la burla opacando un poco al sarcasmo.

— Bueno, a Lothar no se le ha ocurrido nada mejor aún. — le respondió con una pequeña sonrisa.

Lothar salió minutos después de cerrar el trato. Un pequeño encargo.

— Muy bien. Vámonos. — comenzó a caminar sin mirar atrás. Sin mirarlos a ellos.

Samantha caminó tras él, como Peter. Su cabello dorado era una cortina en sus costados.

Cruzaron los barrios pobres hasta llegar a un lugar seguro para poner un carruaje, y subieron. El silencio permaneció entre los tres hasta la puerta de entrada de la mansión Falk.

Ella bajó y fue tras de Lothar en todo momento, sintiéndose reconfortada por la suave alfombra bajo sus botas.

— Samantha ven un minuto.

Ella asintió, y le sonrió a Peter a modo de despedida al pasar.

Lothar abrió la puerta y ella pasó detrás de él a su despacho.

— No se nos dará más información sobre las pruebas. — Lothar extrañamente no tardó varios minutos con la vista perdida en el ventanal para hablar como generalmente hacía. — Tendrás que entrenar todo a diario para mejorar, y no perder tiempo, ni fuerza. Y lo único que se nos ha dicho, es que la prueba será mañana. Prepárate y, suerte en lo que sea qué suceda.

Millage © [ATLM #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora