Jantipa en busca de dinero

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Yo digo, si mi esposo no ha venido por más de una semana y no ha aparecido en la ciudad, ¿qué hago yo con mis hijos?

¿Me muero de hambre yo con ellos?

¿Con el inepto de mi marido que se ha ido con sus discípulos a no sé dónde? ¿Y que ni siquiera cobra?

Patrañas.

Y, ahora, que un vecino mío lo ha visto y me ha dicho que ha vuelto, he corrido furiosa hacia la plaza.

Ahí está. Todo desaliñado y con carne envuelta en la mano.

—Querida, he vuelto. Te traje esto para los niños.

Furiosa, lo agarré y se lo tiré en su cara.

—¡Bastardo! ¿Cuándo ibas a volver? Estaba tan preocupada que te pasara algo, deja de meterte en asuntos que te ponen en peligro.

Sus amigos se ríen de mi indignación. No me entienden, par de ociosos que roban el tiempo de mi marido para trabajar y ni le pagan por ese tiempo.

—Jantipa, cálmate.

—¡No, Sócrates! ¡Te están acusando de hereje!

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