Prólogo

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Tess...

Maldito el día en que dejé que me llamara de esa manera.

Antes, el oir ese tierno apodo en aquel dulce timbre de su voz, mi corazón se aceleraba y no podía evitar que una sonrisa se extendiera por mis labios ante la idea de mirar a aquella persona que yo tanto amaba.

Ahora solo me provoca indigestión y un fuerte disgusto, lo cual se reflejó al instante en mi rostro. Una mueca se hizo presente y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Hace tres años que no oía esa voz. La que fue causante de muchos de mis desaires y decepciones, pero también de muchos placeres y sonrisas que ocultaban promesas que nunca llegaron a ser...

Mi nombre es Teresa — Respondí con desidia al mismo tiempo en que me volteaba para mirar al sujeto que tanto aborrezco — Soy mayor que tú así que no me llames así. Respétame.

No me extrañó ver la sorpresa con la que él me miraba. Él no tiene idea del daño que hizo. No tiene idea de lo irreparable y rota que estoy. Y eso está bien. Él no tuvo contemplación por mí cuando tiró todo y me dejó.

¿Por qué ahora sería diferente? 

Dejé mi mirada fría, distante y dura sobre la suya.

Odié la forma en que se veía. Tan perfecto y asquerosamente hermoso. Era la prueba viviente de lo detallista, creativo, balanceado y preciso que podía ser Dios Todopoderoso al crear a una persona.

Eso y el amor que pusieron sus padres al hacerlo.

Traía un traje de color azul marino metálico a la medida. Una camisa blanca con los primeros botones sueltos. Su cabello oscuro, semiondulado y largo caía libre y salvajemente, enmarcando su rostros.

Jeon Jungkook sabe cómo vestir para dejar sin aliento.

Pese a estar cara a cara con mi repudiado ex, esto es literalmente lo más interesante que haya pasado esta noche.

Estar en una pomposa fiesta donde mis padres buscan inversionistas y no me queda de otra más que estar rodeada de gente más falsa que las nalgas de Nicky Minaj, con un vestido que no me deja respirar, unos tacones que asesinan mis pies con lentitud y crueldad y un pegoste en la cara llamado maquillaje que me hace ver cómo una payasa travesti.

No es lo más divertido del mundo.

Tampoco es que estar frente a mi ex sea una delicia.

No después de tres años sin mirarlo a la cara. Y no puedo mentir, a pesar de no sentir ni ápice de amor por él, mi cuerpo no parece entender que ya yo superé ese cariño que sentía. El sólo recuerda lo bien que se sentía estar cerca del joven heredero de los Jeon. Oler su perfume discreto y varonil. Oir su voz cantándome al oído cada noche en que no podía dormir. Sentir sus manos recorriendo cada centímetro de mi cuerpo bajo el roce de una solitaria sábana de algodón. Sus labios moviéndose contra los míos y diciendo que nada podría hacer que su corazón dejara de latir con fuerza cada vez que yo lo miraba.

Dulces mentiras pronunciadas por aquellos hermosos labios.

Mi cuerpo lo recuerda, por eso me cuesta respirar y siento un que mis delgadas piernas podrían ceder en cualquier momento. Siento mis manos sudar y mi corazón latir con fuerza contra mi pecho, como si intentara correr hacia el hombre que tanto daño me hizo.

Y odio que mi cuerpo actúe de esa manera.

Pero no puedo dejar que mi mente actúe igual. Porque fue ésta la que más sufrió. La que llevo un tormento insoportable, volviéndose un mundo plagado de inseguridad y auto desprecio. Por lo tanto, no es tan difícil mostrar indiferencia.

Loving you, Hating you. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora