Capítulo VI: Flor marchita.

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Kanae comenzaba a sentir frio, mucho frio, sus latidos eran cada vez más lentos y su visión empezaba a fallar viendo siluetas y borrones. A lo lejos oía que alguien la llamaba, una voz tenue entre las sombras, pero no podía identificar quien era ya que sus oídos le zumbaban.

Sintió unas cálidas manos que la rodeaban, dándole la vuelta haciéndola mirar al cielo, la joven estaba tan agotada y cerca de la muerte que le costó mucho mover sus ojos en dirección a la persona que la tenía en brazos, hasta que con esfuerzo pudo focalizar correctamente la vista.

― Hermana...― Susurró ella con una voz tenue y quebrada.

Shinobu tenía los ojos llenos de lágrimas, apretaba tan fuerte a su hermana como si eso fuera a mantenerla con vida.

― No, no hables. ― Respondió ella controlando sus lágrimas.

― Ya es tarde...― Kanae sonrió tiernamente―. Perdí mucha sangre.

― No, no digas eso. Resiste... ― Shinobu sentía una profunda congoja e ira a la vez―. Por favor. No me dejes, hermana no me dejes.

Kanae levanto su mano con suavidad y acaricio la mejilla izquierda de su hermana, como lo hacía siempre para consolarla y calmar sus berrinches.

― Mi querida hermana, has entrenado muy duro, lo he visto todos los días. Te he visto empuñando la espada todos los días y todas las noches, siendo veloz, más que nadie. Pero. Por favor, aléjate de los cazadores de demonios. ― Kanae inclinó la cabeza hacia un costado y comenzó a toser hasta que una bocanada de sangre salió de su boca. Shinobu apretó fuertemente su mano y dio un sobresalto entre lágrimas―. Sé que estás trabajando muy duro, y de verdad que lo haces. Pero creo que será mejor que te salgas. ― Cálidas lagrimas recorrían las mejillas de Kanae―. Quiero que seas feliz como cualquier otra chica. Y que vivas hasta cumplir muchos años. Eso para mí... Sería suficiente. Por favor.

Shinobu dejo caer varias lagrimas sobre la mejilla de su hermana, frunciendo el ceño y con la voz quebrada exclamó.

― ¡No! ¡Jamás renunciare! ¡Y juro que te vengare! ¡Solo dime! ¡¿Como era el demonio que te dejo así?! ― Shinobu tenía la voz quebrada y por los gritos se estaba quedando afónica―. ¡Tan solo dímelo Kanae! ¡Por favor! No poder vivir tranquila sin saber que alguien te hizo esto. ― Entre lágrimas―. Por favor, hermana, dímelo.

Kanae cerró los ojos por un momento, meditando la situación, ella sabía más que nadie que su hermana no viviría tranquila sin poder vengarla a su vez no quería decirle nada para evitar que su querida hermana estuviera peligro. << Tal vez nunca se tope con él... Tal vez alguien más lo venza. Shinobu...>> Pensó ella en sus últimos momentos.

― El demonio que hizo esto. Tenía manchas de sangre en la cabeza, siempre tenía una mirada despreocupada, hablaba con un tono gentil y calmado. Y usa un par de abanicos afilados como armas. ― Comentó con su último aliento de vida―. Kanae dejó salir sus último aliento de vida en forma de una última suplica hacia su hermana―. Por favor, no lo enfrentes.

Kanae Kocho cerró los ojos al fin, después de luchar contra la muerte por más una hora.

― ¡No! ¡Hermana! ― Shinobu chirrió los dientes, abrazó a su hermana pangándola a su cuerpo mientras lloraba desconsoladamente―. No me dejes. No que dejes sola, por favor.

Pasarón unos minutos cuando el equipo médico junto con algunos pilares llegó a escena.

― La señorita Shinobu sí que es rápida, se nos adelantó hace varios kilómetros. ― Comentó uno de ellos.

El equipo especializado se aproximó viendo con mayor detalle la escena.

― La señorita Kanae...

― Llegamos tarde.

Shinobu se levantó del suelo y en un parpadeo de acertó un puñetazo a uno de los Kakushin.

― ¡¿Por qué se demoraron?! ― Exclamó Shinobu a todo pulmón.

― Lo sentimos señorita Shinobu, pero...― Intentó justificarse―. Es que usted se nos adelantó. No somos tan rápidos como para...

La joven le dio una cachetada al último sujeto que hablo, llena de ira descontrolada, y colera.

En ese momento, una mano sujeto la muñeca de Shinobu con firmeza. La cazadora levanto la mirada, se trataba del pilar de la roca, Gyomei Himejima.

― Suéltame, suéltame Gyomei...

Aquel pilar había salvado a las hermanas tiempo atrás de un demonio que había aniquilado a su familia.

― ¡Por favor! ¡Gyomei suéltame! ― Shinobu miraba el rostro inamovible del cazador, relajando el ceño fruncido.

Himejima soltó la muñeca de la joven esta miro sus manos enrojecidas por los golpes que había dado con tanta fuerza que ella misma se había lesionado.

Shinobu rompió en llanto pagando amabas manos al rostro, soltando un último grito desgarrador lleno de colera e impotencia. Gyomei la abrazo y entre lágrimas exclamo.

― Es tarde, lo siento.

El equipo médico rodeó a la joven, compartiendo su luto y tristeza, pero detrás de toda la multitud, apoyado en un muro se encontraba un joven de cabello blanco quien sujetaba el mango de su espada, aquel muchacho tenía la mirada perdida y los ojos vacíos.

― Kanae. ― Murmuró el joven con la voz temblorosa.

Esa noche, Sanemi Shinazugawa se dirigió al bosque, en busca del demonio que ocasionó la muerte de Kanae Kocho, pero por desgracia no lo encontró.

Pasarón varias semanas, el luto había durado casi un mes y ante la tumba de la joven estaba su hermana arrodillada con los dedos cruzados dando unas ultimas plegarias. Luego se levantó dejando un grupo de flores blancas sobre la tumba, al pie de la lápida con la inscripción que decía.

Aquí yace Kanae Kocho. Una pilar, una amiga, una hermana.

El ocaso de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora