Con los ojos del deseo

Capitulo 4: El Alfa.

Sumisión. Si buscará una palabra que me escriba sería esa, sumisa. Soy muy sumisa y creo que es a un extremo tal que me sentía subyagada por la presencia incluso de otro omega. Fue así como mis amigos lograron sacarme de aquel infierno, usaron mi rasgo sumiso para obligarme a huir. No sé por qué razón nací así, mi padre es un alfa muy dominante y mi madre era un guerrera, por lo que había escuchado, y mis hermanos era lo suficientemente dominadores como para discutirse hasta la cantidad de agua en un baso a la hora de la comida.

Por lo que cuando ví, a lo lejos, al alfa de Moon Uchiha mi loba retrocedió en una sumisión tan fuerte que se sintió dolorosa. Mi cuerpo tembló casi violento y mi corazón golpeaba contra mi caja torácica amenazando con romperla. Aunque estoy segura de que el dolor verdadero fue al sentir su aroma, pues lo tenía claro era mi mate, sabía lo vendría ahora.

Él me rechazaría. Nadie, menos un alfa, querría una Omega rota, marcada e inútil. Nadie.

- Hinata, querida - llamo Kurenai, pero se sentía tan lejano - ¿Estás bien? - fue cuando me tocó que pude reaccionar - Por Dios, estás pálida y temblorosa ¿Qué te sucede?

Sin mucho esfuerzo logró sentarme en uno de los sillones, para después mirar por la ventana.

- Veo lo que te preocupa - me dijo suave como seda - nuestro Alfa puede tener fama de ser despiadado, cruel, frío y malvado - cada palabra realizo una mezcla entre el dolor y la angustia, volviéndose casi físico - pero él solo es así con la gente fuera de su clan. Y tú perteneces ahora a Moon Uchiha, le pertenece.

- No.... no puedo evi... evitarlo - logró decir entre pequeño espasmos.

Kurenai me tomó de las manos su calor reconfortandome.

- Él no te hará nada, estás ha salvado aquí.

La puerta sonó y mi cuerpo involuntariamente se puso en tención. Kurenai me dio un mirada entes de abrir la puerta. Al entrar Asuma fue recibido con un fogoso besó, detrás de ellos el alfa levantó las ceja divertido.

Hasta que su mirada cayó sobre mi, sus ojos negros trasmitía una intensidad que mi loba no soporto y tuve que aguantar para no solto un gemido lastimero. Sabía que hubo una conversación pero no escuche ni entendí nada seguía abrumada por la presencia del Alfa.

Sin levantar la mirada ni decir palabra alguna, de forma casi automática, me senté en la mesa y logré empujar una pequeña porción de la cena. Cuando la semana terminó no puede salir más rápido al porche ansiosa de aire, hasta que lo sentí detrás de mí. Reuní todo el valor que tenía, me volteé mirándolo a los ojos.

- ¿Me vas a rechazar? - sabía que lo haría, no existía otra explicación para su presencia.

Su mirada era tensa, sin desvelar nada. No la aguanté por mucho tiempo y termine agachando mi cabeza, pero teniendo en cuenta que nunca antes lo había sostenido la mirada a casi nadie por más de cinco segundos era todo un logro.

- Por qué lo haría? - me preguntó con voz ronca.

No respondí todo el valor se fue cuando logré formular aquella pregunta después de eso solo lograría decir tartamudeos inaudibles. Agache la vista, queriendo escapar y esconderme.

- Responde - ordenó acercándose a mi.

La presión era insoportable, creía que en cualquier momento me rompería. Me sudaban las manos, tenía taquicardia, mi respiración era irregular. Lo sentí aún más cerca, me hablaba pero yo no lo escuchaba. Pero cuando me tocó me sentí extraña. Segura.

A duras penas logré mirarlo. Sus ojos onix me observaba con tal intensidad que tenía que me viera, que me viera de verdad. El miedo y mi sumisión solo fueran detonadores para que perdiera la consciencia total. Desconectando mi mente de mi cuerpo.