Prólogo: No habrá otro amanecer en Midgard

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Cerró los ojos y dejó que el poderoso Bifrost, el puente Arcoiris que conectaba todo Yggdrasil, la transportara una vez más desde el Palacio Dorado a Midgard. En concreto, a la vieja y encantadora Londres.

La capital británica había sido su hogar durante un largo y amnésico año y sentía un profundo cariño por la ciudad, aunque ya no viviera en ella desde hacía tiempo. 

Desde sus días londinenses habían pasado demasiadas cosas. Ahora viajaba de nuevo a Londres para advertir a un viejo amigo de lo que se avecinaba, aunque en el fondo de su alma sabía que aquello no serviría de absolutamente nada. 

Al fin y al cabo, se trataba del maldito Ragnarök.

+++

—¿Andrea?

La rubia valkiria miró con ternura y afecto a James Duncan. El viejo librero la había ayudado sin pedir nada a cambio cuando ella no tenía nada. Le había dado trabajo y cobijo sin hacerle una sola pregunta.

El librero escocés la miró de arriba abajo. Solo había pasado un año desde que la hubiera visto por última vez, antes de que desapareciera sin dejar rastro de la faz de la tierra, pero algo en ella había cambiado, y mucho.

—Has vuelto.

—Solo he vuelto para verte, James. No puedo quedarme demasiado tiempo.

—Pero... ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Qué te ha pasado, Andrea?

Hallbera sonrió.

—Mi nombre es Hallbera —vio que James quería preguntarle mil cosas, y ella deseaba explicárselo todo, pero no había tiempo—. Escúchame, James. Debes cerrar la Duncan Bookshop durante un tiempo. Ve al norte. Vuelve a Escocia y refúgiate en las Highlands el máximo tiempo posible. Yo... —Hallbera tragó saliva con indecisión—. intentaré enviarte protección.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Has recuperado la memoria? —el anciano rostro del librero se contrajo en una mueca de estupefacción. La miraba a ella y miraba a su bonita librería. Llevaba más de treinta años sacando su negocio adelante, luchando por sobrevivir en una ciudad en permanente cambio. No iba a abandonar la librería tan fácilmente.

—Algún día te lo explicaré todo, ahora hazme caso. Márchate de Londres. Por favor.

—Dame una razón de peso —James Duncan se cruzó de brazos, con un gesto de tozudez.

La valkiria cerró los ojos. Vio imágenes de Londres arrasada hasta los cimientos, con el río Támesis en llamas atravesando la ciudad como una serpiente ardiente que engullía todo a su paso. El reino de Surtur cubría con ceniza y lava calles, plazas, monumentos, casas y vidas humanas. Los gritos de dolor y muerte ascendían hasta un cielo desde el que caían grandes bolas de roca llameante. No habría otro amanecer en Midgard, ni en ningún otro lugar.

La valkiria abrió sus ojos del color de todos los océanos del mundo. En el fondo de su iris aún ardía la llama de Surtur. 

Solo pronunció una palabra, fatídica y temida desde el principio de los tiempos.

—Ragnarök.

Loki en Asgard: RagnarökDonde viven las historias. Descúbrelo ahora