Diciembre

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Todo era normal, una noche como cualquier otra, todo había empezado como siempre, la única diferencia de esa noche era que había llegado tarde y no pude cenar; me tocaba el turno de 11 de la noche a 7 de la mañana. La rutina era la misma, recibir bitácora con cuartos ocupados, disponibles y bloqueados por alguna reparación. Todo normal.

A las 2 de la mañana, como siempre, a esa hora tenía que apagar las luces de los pasillos de todos los pisos, esto dejaba bastante tétrico el ambiente ya que en muchas ocasiones se escuchaban cosas raras como risas, gente hablando, los cuales no provenían de los inquilinos y además se veían sombras extrañas.

Esto ya era algo cotidiano para mí de una forma en la ya no le daba importancia. Nunca pasa nada. Conmigo siempre llevaba lo que es la tabla con la lista de cuartos ocupados y vacíos, recuerdo muy bien que eran solo 12 cuartos los que me entregaron ocupados, seis en el tercer piso y 6 en el segundo, pero cuando llegue al primero donde se encuentra la recepción me encontré sentado en un sillón del pasillo, a un señor de avanzada edad, le dije que tenía que apagar las luces y respondió: "claro, solo que aún no puedo dormir y no quiero volver a mi cuarto", se me hiso extraña esta persona, no recordaba que estuviera registrado ni mucho menos en el primer piso, revise mi tabla de nuevo y vi que había un cuarto marcado como ocupado, el número 138, eso era prueba suficiente de que era huésped, uno de los cuartos del fondo; quizá por el sueño que tenía debí contar mal y no me di cuenta de ese cuarto, por lo que serían 13 los ocupados, mi sentido común me decía que por su edad el señor pidió que le dieran entrada en el primer piso.

Superadas las dudas me acerque al señor invitándolo, que si no le importaba podríamos ir a recepción y platicar un poco hasta que le diera sueño ya que mi turno terminaba hasta las 7 AM. El señor, amablemente acepto la oferta; yo apagué las luces del pasillo del primer piso y caminamos hasta la recepción, donde había dos cómodos sillones con una pequeña mesa en medio, después de que el señor se sentara le ofrecí un poco de agua y el gustosamente acepto, fui por unos vasos y serví agua fría del dispensador que había en el lobby, estuvimos platicando durante varias horas, de cosas muy triviales, música, gustos, viajes, deportes, entre otras cosas.

El tiempo paso sin darnos cuenta, ya eran las 5 de la mañana, le comenté que tenía que empezar a hacer mi corte y el papeleo, a lo que respondió: "claro, yo volveré a mi habitación, ya tengo sueño", se levantó para dirigirse a su cuarto, le ofrecí acompañarlo a su habitación, pero él, se negó diciéndome: "no se preocupe, yo puedo ir solo, ya no está oscuro de todas maneras". Después estas palabras, solamente asentí y le dije: "Buenas noches, que tenga un buen día". Vi como el señor asintió con la cabeza y mostro una leve sonrisa, se encamino al pasillo y en un instante...ya no lo vi, desapareció.

Asustado revise mi lista de habitaciones y la habitación 138 estaba marcada como vacía y además bloqueada.

Cuando hacia mi tabla para entregar tenía que contar las habitaciones ocupadas, por lo que marcaba en la bitácora que eran doce habitaciones 6 en el tercer piso, 6 en el segundo y una en el primer piso bloqueada, cuando revisé revise en la computadora, note que el cuarto numero 138 estaba marcado como bloqueado desde hacía mucho tiempo; esto me sorprendió por lo que chequé los registros de entrada y no encontré ninguna del cuarto 138 del primer piso.

Ya eran las 7 de la mañana y lo único que deseaba era entregar, no quise comentar nada de lo que paso esta noche ya que sabía que me iban a tirar de loco. Cuando subí a mi carro para ir a casa ya adentro me sentía seguro, en el tablero del carro vi una nota que me puso los pelos de punta: "gracias por la agradable platica". 

El diario del recepcionistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora