Muerto en vida sin la luz que me ilusionaba. Muerto de dolor por los errores humanos que ya no tienen corrección. Muerto por la crueldad de una vida que no te deja otro camino más que el de arrastrar la pesadumbre de las circunstancias, sin ningún merecimiento de perdón.
La luna se oculta cobarde, arrebatándome la luz a la que aún podía rezarle. Dejan de maullar los gatos por los callejones. Deja de silbar el aire entre balcones. Dejan de moverse las nubes del cielo nocturno. Amanece la ciudad de los muertos en medio de la tensión que mi cuerpo siente al encontrarse entre lo más oscuro.
No siento ni el más mínimo aliento de ánimo. Nada que me quite la carga y la culpa de haber pecado de amarte como cualquier ser humano. La luna me muestra lo que hay delante de mis ojos. Miles de muertos corriendo ansiosos por lanzarse a mi yugular, como si fuese una dulce ovejita abandonada en el territorio de unos lobos que, por todo un año, no han conseguido cazar.
La luna traviesa resurge de entre las nubes. Esbozando una sonrisa cuando ve que la miro, esperando que su luz me ilumine en el camino hacia el abismo. Sigo en busca de tu sonrisa. Sigo anhelando volver a olerte. Sigo enfadado por no poder despedirte. Por no poder escucharte replicar. Sigo desilusionado por no pedirte explicaciones. Condenado al dolor de no oírte resoplar con esa mirada de alma atormentada. Sigo vagando en este mundo insensato, reacio a la realidad de estos días. Insensible a lo que hay tras cruzar la puerta de la desilusión. Rechazando que al otro lado, hay seres que murieron sin merecerlo. Y nosotros, vivos. Vivos y corruptos por fuera y por dentro. Prosiguiendo con la genuina matanza de valores, mientras nos reímos de los que mueren pisoteados entre gritos que chillan de dolor, pidiendo explicaciones.
Dejo que mi alma sea devorada por las viejas mandíbulas de los muertos que, en medio de la calle, me asaltaron. Siendo arrastrado hacia la puerta que sale del suelo, iluminada por el calor abrasador de la lava infernal a la que me someteré en esta angosta y dura eternidad, sumida en la culpa y el fracaso. Todos empujando, sin noción de lo que se llama educación, a la laguna Estigia me llevan casi en bolandas, donde ni su barquero se atreve a cruzarme, aún con mi moneda en su mano.
Soy empujado al fondo de sus aguas, por los esbirros que Hades ha mandado. Sí, soy hidrofóbico. ¿Y cuenta para algo? Al fin y al cabo, estoy presenciando mi muerte. La muerte que quizás merecen aquellos sin valor para suicidarse, creyéndose vivos cuando, a sí mismos, se confirman muertos desde hace meses.
Ruedo en una dirección alternativa. Soy guiado por las turbulentas y negras aguas de los recuerdos y del pasado. Donde revivo de nuevo a toda la gente que he conocido, a la que he causado daño. Y que ahora, quizás estuviesen entre los muertos que me han empujado.
Sigo vagando sin rumbo ni control de mi cuerpo por esas aguas, mientras esas imágenes dejan ciega mi alma y mi cuerpo ya inutilizados. Toco tierra. Parece que toco tierra. ¿Existe algo como la esperanza en tierras del inframundo, donde ya no hay manera de salir ni siquiera arrepintiéndote de tus pecados? Y si lo que siento es esperanza, ignorancia es lo que le acompaña cuando soy babeado y aplastado por la pezuña de Cerbero, el perro encargado de enseñarme que, ya muerto, no existe nada que vaya a concederme un breve momento de aliento. Parte mi espalda, pero sigo pensando. Muerde mi brazo, pero sigo gritando. Me babea la cara y... ciego, sigo sin poder mirarle aterrado.
¿Es quizás el miedo a verle lo que me devuelve la vista? Quizás. Y así es como se produce, habiendo llegado a las puertas del infierno sin ser invitado. Esperando ahí, a ser torturado y mordido por un tricéfalo con caras de sádico empedernido que quiere divertirse un poco conmigo.
¿No llegaré a verla ni visitando su mundo? Es posible que cuando pierdes a tu amor, pierdas el derecho a verla aún yendo detrás de ella. Pero no, ahora es Cerbero quien me ama. Quien me aprieta, quien me babea, quien me acaricia con sus garras... y quien decide, de un mordisco, arrancarme la cabeza.
Y de nuevo en una noche silenciosa me despierto. ¿Un sueño? ¿Una ilusión? ¿Alivio? ¿Siento alivio? Otra vez, maldito humano, pecando de ignorante. Pues no tardo en levantarme para despejarme y quedo tendido en el suelo. De nuevo, con el nudo en la garganta y solo. Solo en la vida y solo en el más allá. Esperando a que el infarto acabe con este ciclo mundano al que nos aferramos, sin aceptar la muerte.
Y recuerdo de nuevo lo vivido. O lo que quizás me queda por vivir. Pues... ¿Será la muerte así? ¿Será que ni muerto podré ver a mis seres queridos? ¿Una eternidad entre las lindas patitas del Guardián de la Puerta Infernal, hasta que mi cuerpo quede tan destrozado que no se pueda ni apreciar?
¿Quién sabe? Esta noche te lo diré. Cuando vuelva a vivir todo lo que soñé. Cuando esta inquietante ilusión se haga realidad. Cuando vuelva para llevarte. Cuando tú, ingenuo humano que me lee, verifique por sí mismo que, ni muerto, volverás al lado de los que se fueron y que ahora, tampoco ves.
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Vida en Prosa
PoésieA veces sentimos que los sentimientos se adueñan de nosotros. Es imposible no sentir. Y a veces, no sabemls cómo o qué sentir. Es parte y de hecho, es,la gracia de la vida. Bienvenido, querido lector a mi vida. A mis sentimientos. a mis dolores...