Dentro de mí

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Dime, susúrrame al oído: ¿Qué acontece ahora que te has ido?

   Porque sigues dentro de mí. En un hermetizado lugar. Y tengo miedo de quedarme así y no poder avanzar. Miedo de recordar tu sonrisa y darme cuenta de que ya no hay nada detrás.

   Se rompen sobre la mesa, unos grandes planos que preparé para vivir. Y no puedo detenerlo. Se siguen desvaneciendo. Y esa es la realidad. Y me congela.

   ¿Soy frío? ¿Soy sensible? ¿Soy cariñoso? ¿Soy un indeseable? ¿Soy el agua que halla una salida? ¿Soy el aire que vaga libre sin explicaciones? ¿Soy el fuego que ilumina y destruye a su paso? ¿O la tierra que tan solo sigue aguantando?

   Solo tú podías conocerme.

   Y ahora que no estas aquí, lo único que hago es correr en este mundo. Aumentando la velocidad, pero sin poder escapar de ese suceso que me cambió, sin poderme percatar.

   No quiero olvidarte.

   Solo sonreír en este vasto mundo en constante movimiento. Poder cumplir las promesas que te hice y seguir viviendo. Porque tengo una herida que no sana y sangra con cada segundo que te recuerdo. Sangra para no dejarte atrás.

   Los demonios vienen y me condenan a remordimientos por actitudes erróneas que comete todo humano. Pero ríen felices al verme llorar en un intento por superarte y detenerla. Detener esta inercia que llevo dentro, que se crea y se destruye, como la materia del universo.

   Inercia que me impide sonreir, caminar sin temblar y amar de nuevo.

   ¡Libérame de mí!

   No soy fuerte. Tú me lo dijiste. No soy quien tú querías. Yo mismo me lo digo. Pero sé que tú eres todo lo que anhelo.

   Por eso, aumento la velocidad de mis días, para pasar página. Porque sé que ya no es sana esta forma de amarte. Pero tú me persigues. Y no sé seguir adelante.

  No te olvidaré. Te quiero superar.

   Escucho los problemas de otros y los míos me los guardo. Porque solo tú, con tus 28 años que habrías hecho hoy, sabías amarlos y abrazarlos.

   No me olvides. Te imploro mil perdones. Por la poca autoestima que tuve y sus comportamientos derivados. Por atender más a mis necesidades de las que ahora hubiera deseado.

   No quiero que me olvides. Ni que me retengas. Te pido que me ayudes.

   Porque veo tu foto y sigo paralizado. De todo lo que pudimos obtener y de lo que tu muerte nos ha causado.

   Por eso te pido que no me retengas, sino que me ayudes a encontrar la vida que siempre he deseado.

  Así que respóndeme, susúrramelo al oído: si logro vivir sin ti, ¿seguirás teniendo esa sonrisa para mí?

Vida en ProsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora