Las dos amigas Beatrix Torres y Silvia Duarte son muy distintas entre sí. Se conocían desde hacía poco, no más de cuatro-cinco años, pero se hicieron las mejores amigas.
El cabello largo rubio oscuro ceniza de Beatrix, caía por sobre sus hombros desordenado, casi ondulado; sus ojos verdes almendrados como de un gato, pues no dejaban a nadie indiferente por ese aire felino; su rostro tenía un aire de inocencia infantil hasta que soltaba una pícara sonrisa; tenía una nariz griega y una irresistible boca de labios gruesos y rosados. Beatrix o Bea, como quería que se la llamara, una hermosa joven de unos 20 años, bajita, de grandes curvas y preciosa. De carácter tímido, tan dulce y modesta.
Silvia, en cambio, es una hermosa joven de 24 años; es alta, más alta que la media de las mujeres, y muy delgada; rubia de piel muy clara, con una melena corta que otorgaba a su rostro un toque pícaro y travieso. Tenía ojos castaños y unos labios llenos y sensuales. Es sincera, demasiado a veces y es fiel, la amiga más fiel que alguien pueda tener.
—¿Te encuentras bien, Bea?—preguntó Silvia con voz preocupada—. Te veo muy pálida.
— Sí... Estoy bien, solo me he sentido un poco débil, algo cansada. No pegué ojo en toda la noche—contestó Beatrix—. Creo que es algún tipo de virus estomacal o alguna falta de vitamina—dijo, mientras buscaba enérgicamente algo en su mochila—. ¡Acá está¡—exclamó, mientras sacaba su teléfono celular y lo encendía—. Llevo unos días con el estómago revuelto y no he comido mucho— añadió Beatrix, mirando a Silvia.
—¿No tienes apetito?
— No— contestó Beatrix —. Últimamente, no tengo mucho apetito.
— Uhmmm. ¿Tienes mareos?
— No, bueno.... quizás una o dos veces me he mareado. Sabes que, desde que tengo desorden hormonal, me pasa muy a menudo; ya me acostumbré.
—¿Náuseas? ¿Vómitos?
—Ciertos aromas y olores fuertes o el sabor de algunas comidas me producen náuseas, como los perfumes intensos, detergentes, el café y el humo del tabaco— explicó Bea—. Se producen principalmente por la mañana—agregó—. Y en los últimos días vomité hasta el alma.
Silvia abrió los ojos de golpe y se quedó mirándola fijamente de una forma extraña.
— ¿Ya tuviste tu periodo?
— No — pronunció Beatrix—. Sabes muy bien que soy terriblemente irregular y que es imposible predecir el día de mi menstruación—dijo sin prestar mucha atención a aquello.
Silvia se quedó pensativa por unos segundos.
— ¿Tú también piensas, como mis padres, que me voy a enfermar?—le preguntó Beatrix algo sorprendida—. Yo no lo creo; no creo que sea nada grave. Supongo que lo que me sucede últimamente es producto del estrés acumulado durante los últimos meses—comentó—, y con mi desequilibrio hormonal... Pero mis padres, ¡pobrecitos!, están tan preocupados por mi salud— dijo, cambiando bruscamente de tema.
—Temo decirte que...
—¿Qué?— la interrumpió Beatrix —. Deja el misterio de un lado y desembucha lo que me tengas que decir.
—Puede que estés embarazada...
— ¡Imposible!—respondió. Usamos preservativo. Siempre hemos usado protección—. Es imposible que me haya quedado embarazada—repitió.
—Tienes que hacerte una prueba de embarazo para estar segura—aconsejó Silvia—. Así sales de dudas.
Las dos chicas, caminando por las calles, se dirigieron en busca de una farmacia no muy cerca de casa que estuviese abierta; una farmacia donde nadie las conoce. Compraron dos test de embarazo y volvieron en taxi al apartamento. El trayecto de regreso lo hicieran en silencio, Silvia había abrazado a Beatix que estaba visiblemente nerviosa y preocupada.
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No estarás sola
RomanceSantiago Villalobos un hombre guapo, encantador y sexy libertino, un mujeriego incorregible, tenía su vida perfecta trazada para él. Casarse con la joven rica de los sueños de su madre. Beatrix Torres es una hermosa joven de 20 años , que en su vida...