~1~

6 3 0
                                    

          El último lugar donde quería estar era aquí en la elegante mansión familiar, que pertenecía a su familia desde tiempos inmemorables

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

          El último lugar donde quería estar era aquí en la elegante mansión familiar, que pertenecía a su familia desde tiempos inmemorables. Una casa a la que, en los últimos años, apenas acudía y en la que estaba en aquel momento porque su padre había exigido su presencia en la cena familiar. El elegante salón era enorme, lleno de gente tanto de pie como sentada. Casi toda la familia estaba presente. Solamente faltaba una persona, Roberta su hermanita tan alegre, espontánea y vivaz cuya sola presencia ilumina a los que están a su alrededor, que hace unos años dejó de asistir a eventos familiares.


          —Hola, familia —saludó a entrar Santiago, bien vestido con mucho estilo, su ropa y su gusto eran siempre impecables. —Lamento mucho el retraso, gracias por esperar—dijo.—Tuve que terminar trabajo acumulado durante mi ausencia—añadió, mientras saludaba con la mano el resto de la familia. «No comí nada en todo el día, solo tomé café» pensó. «Pero valió la pena...» «¡Sí señor...!, valió la pena... Termine todo pendiente» se repitió varias veces.


          —Llegas tarde—me dice Karla, la pesada de mi hermana.


          —¡Que yo sepa llegar tarde no es un crimen hermana!—le hablé en un tono sarcástico.


          —¿Cuñado... Como la soportas???— preguntó Santiago en voz baja a Pablo, sentándose a su lado. —¡Me habría divorciado hace años si Karla fuera mi esposa!—le susurró al oído.—Te mereces un premio por aguantar todos sus berrinches, dramas y enojos—le dijo.


          —La cena está servida, señores.—anuncia cocinera y se marcha.


          —¡Me estoy muriendo de hambre!—contestó Santiago.— No he almorzado hoy.


          —Vamos todos a sentarnos y a comer— dijo Silvia.


          Comieron tranquilamente. La comida estaba perfecta, todos los presentes acaban de degustar un vino delicioso y suculenta tarta de queso con chocolate blanco y salsa de caramelo.


          —¡Quiero que me escuches Santiago!—exclamó Silvia. —¡Ya es hora de que te cases y construyas una nueva vida, con una buena esposa de clase que te haga sentar la cabeza y que té de hijos!—le aconsejó. —La vida que llevas no es sana, irse de juerga con tus amigos y mujeres de dudosa reputación, con ella disgustas a tu padre y a mí —le aseguró.


          —¿Por qué a la gente le gusta tanto entrometerse en la vida de los demás? —preguntó Santiago—. ¿Y qué les hace pensar que necesito una esposa? ¿Qué diablos les pasa?—Me estoy conteniendo por respeto que te tengo madre — sostuvo Santiago—, pero no soporto que nadie se meta en mis asuntos.—Yo no me meto en la vida de nadie para que no se metan en la mía—aseguró. —Dejen me tranquilo, que ya soy mayorcito y sé muy bien lo que hago—agregó.

No estarás solaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora