CAPÍTULO 5: ÉLIANNE
Solo había una manera en que Élianne sobreviviera esa humillación. Su mecanismo de supervivencia le indicaba que debía ocultar cualquier atisbo de emoción, y enfocarse únicamente en Apolena. Después de todo, eso era lo único que le importaba. O eso quería obligarse a creer.
Si tan solo las emociones tuvieran un botón de apagado, pensó Élianne, su vida sería perfecta.
Élianne no era muy buena formando amistades. Desde pequeña sentía que no le agradaba a nadie, que era considerada la inadaptada de cualquier grupo y que hacía que todos se sintieran incómodos. Estas afirmaciones estaban bastante influenciadas por los chicos del orfanato y más tarde reforzada por los hermanos Reznik, por supuesto. Jasper, por otro lado, fue el primero en tratarla decentemente desde el momento en que la conoció, algo con lo que estaría eternamente agradecida con él.
Tal vez por eso le dolió tanto cuando él decidió escuchar a su padre antes que a ella. Irse de Osvelt era un sueño, en realidad. Élianne no veía la hora en que ella pudiera hacer lo mismo que Jasper. Abandonar todo y dejar atrás cualquier atadura de esa sucia ciudad. Quizá Mila la echara de menos.
Élianne se había alegrado por Jasper cuando fue reclutado. Recordaba haberle comprado un dulce extranjero que habían traído al mercado, recién importado de las Islas Avelon, como forma de felicitaciones. Pero Jasper se había mostrado reacio. Su comportamiento era bastante extraño y distante, y Élianne no comprendía la razón. «No puedo esperar para salir de aquí y no volver». Sus palabras parecían un arma filosa, aunque Élianne seguía con el ingenuo pensamiento que solo estaba de malhumor. Que no lo decía en serio. Y que, tal como habían hablado tantas veces, él sí regresaría. Pediría permisos al capitán cuando pudiera, y de esa forma, visitaría a su padre e iría al instituto. Pasearían juntos por el mercado, se contarían las historias más absurdas y se quejarían de los hermanos Reznik juntos.
Nada tenía que cambiar.
«A partir de este momento, solo me importa mi capitán. Nadie más».
La voz de Jasper la sacó abruptamente de sus pensamientos. —Élianne, mira.
Jasper señaló unos soldados a unos dos metros de distancia cerca de unas tabernas. Estaban impidiendo la entrada a locales y a los terrenos cercanos. Élianne maldijo por lo bajo: por poco eran descubiertos, estando tan cerca de llegar. Si Jasper no la hubiera detenido...No quería ni pensarlo. Aquello hubiera sido lo peor de la noche, y sin duda, Élianne hubiera encontrado la manera de culparse a sí misma, porque segundos atrás se había prometido estar enfocada únicamente en Apolena, y luego, inevitablemente, Jasper Harlóv ocupó todos sus pensamientos.
Intentaron dirigirse a otra salida de la zona de tabernas, pero el ejército había cerrado el paso también. Los soldados estaban estorbando el único paso para llegar hacia Apolena. Élianne quería gritar de la frustración.
—Espera aquí. —le dijo Jasper, segundos antes de desaparecer.
Élianne lo obedeció...por unos cinco minutos. Luego decidió que odiaba esperar.
Sin embargo, en el preciso momento cuando iba a dirigirse a la misma dirección donde Jasper había desaparecido, escuchó ruidos. O más bien...eran gritos. No estaba segura sí eran emotivos o sí eran de ánimo. Eran bastante confusos. De repente, muchas personas empezaron a amontonarse en una zona específica, cerca de un local de verduras frescas que estaba cerrado, y un hombre robusto lleno de canas llegó corriendo hacia donde se encontraban los soldados.
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The Wintering Realm
FantasyBienvenido al mundo de Nahlas, donde lo sagrado y lo oculto se enfrentan eternamente... Y solo uno podrá vencer.