Alfea

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A orillas del lago Rocaluz una joven de quince años observaba con aprensión el paisaje y, sobre todo, el enorme castillo que se alzaba justo en el centro del bosque. El aire cálido de finales de verano agitaba su roja cabellera que contenía algunos mechones dorados resplandecientes a luz de la mañana y sus ojos grisáceos escrudiñaban el ambiente como si trataran de resolver todos los misterios del universo.

Luego de unos tortuosos minutos respiró con fuerza, decidida a dejar atrás su vida como la hija de una infame bruja, ahora sería el hada que estaba a destinada a ser, el hada más poderosa que la Dimensión Mágica hubiera conocido.

Alfea era la mejor escuela para jóvenes hadas. Ofrecía los mejores cursos de magia y sus alumnas, al graduarse, obtenían altos cargos dentro de las casas reales de los diferentes reinos. Era un mágico castillo con enormes torres rosadas de techos azules, sinuosos pasillos e inmensos jardines.

La joven hada de rojiza cabellera observaba impactada el majestuoso edificio. Hasta el momento su enorme orgullo la había hecho regodearse de que sería la mejor hada, pero al ver aquel lugar y a las otras hadas, empezaba a tener dudas, pero ya no había vuelta atrás.

Justo en el medio del patio una señora entrada en edad, de gran altura, con una mirada penetrante que hacía temblar a las recién llegadas, pasaba lista. El pelo corto de la mujer se revolvía en el viento, dejando a la vista unos cuantos mechones grises que se podía decir que combinaban con su anticuado traje.

En cuanto estuvo en frente de la mujer tragó saliva y se puso en posición firme.

-Su nombre señorita. –Notaba un tono algo agrio en la voz de la mujer, pero también algo de alegría, como si no hubiera nada mejor en el universo que educar a una nueva generación.

-Ash Williams.

La mujer se acomodó los anteojos y buscó en la lista. Luego de unos minutos una especie de sonrisa se dibujó en su cara.

-Bienvenida a la escuela Alfea señorita Williams, soy la inspectora Griselda. La recuerdo muy bien, la joven que obtuvo todas las puntuaciones perfectas en las pruebas de aptitud. No dude en acudir a mi si pasa algo, se cómo algunas alumnas tratan a las becadas y es algo que no dejaré que se siga repitiendo.

-Gracias.

Contestó con simpleza, pero agradecida por el ofrecimiento de la anciana. A simple vista no parecía agradable, aunque, en realidad era una mujer de fuertes valores que se preocupaba por el bienestar de sus alumnas. En solo unos minutos se había preocupado más por Ash que su propia madre.

Unos quince minutos después, cuando todas las alumnas de primer año hubieron llegado, la directora y el claustro de profesores que les impartirían clases se reunieron con ellas en el patio. Ash se encontraba al fondo de la fila para evitar llamar la atención, pero, aun así, podía ver y escuchar bien todo lo que pasaba.

La primera en tomar la palabra fue la inspectora Griselda dando un paso al frente.

-Bienvenidas a Alfea jovencitas, soy la inspectora Griselda, encargada de la disciplina. Esta escuela es la más prestigiosa y estricta de toda la Dimensión Mágica por lo que esperamos de ustedes lo mejor y solamente lo mejor. La que no se crea capaz puede marcharse en cualquier momento nadie la detendrá. AL igual que estarán automáticamente en la calle si os atrapo rompiendo las reglas, y estén seguras de algo: nada pasa desapercibido para mí en estos pasillos. Si lográis graduaros al terminar los tres intensos cursos puedo asegurarles que tendrán un futuro brillante y que claramente sois las mejores.

Griselda retrocedió hasta ubicarse al lado de sus colegas y una mujer bastante anciana, apoyada en un bastón de madera caminó al frente. La anciana tenía los cabellos totalmente blancos, pero a diferencia de la inspectora, su mirada era amable y protectora, como la de una abuela mimando a sus nietas.

La Princesa Perdida (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora