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p a r t e   c u a t r o
𝓜𝓮 𝓰𝓾𝓼𝓽𝓪 𝓾𝓷𝓪 𝓒𝓱𝓲𝓬𝓪


Hay una persona a la que Valentina puede considerar un buen amigo. Es un anciano, veterano de la Segunda Guerra Mundial, que vivió sus años mozos en Estados Unidos y que actualmente reside en el primer piso del mismo departamento en el que Valentina vive.

Pasan las mañanas de los martes libres que Valentina tiene de la repostería, sentados en la banca que da a una pequeña pileta, bajo a un cerezo. Hablan de todo y nada a la vez, mientras se sirven un café y comen las galletas que la esposa del anciano les lleva para pasar las horas.

Benjen, su amigo, le cuenta de sus travesías en el frente y de cómo conoció a su esposa, Abigail, en un campamento en el que tenían a muchos de los heridos. Su mujer era, en ese entonces, una enfermera que andaba de aquí por allá y que:

—...Es la mujer más hermosa que he visto en mi vida, —en palabras del mismo anciano. Valentina sonríe cada vez que le escucha la historia porque la voz de Benjen está cargada del mismo tinte que la voz de Lucía cuando hablaba de su hermana. 

Valentina supone que es amor.

Valentina reconoce que es cariño.

Es el martes de la semana siguiente de ver por última vez a Juliana, que Valentina se sienta a hablar con Benjen y la menciona. Valentina no sabe ser indiferente, Benjen se lo ha dicho en muchas ocasiones, y esta vez no lo deja pasar.

—A ti te gusta esa muchacha, por mucho que digas que no sabes qué es eso. —Valentina no es nadie para contradecirlo cuando, en realidad, ella ha estado pensando lo mismo durante los últimos días.

Noelia, su jefa, le ha mencionado, hace unos días, que se ve más resplandeciente y que su sonrisa ya no se ve para nada forzada.

Valentina omite el hecho de que la mayor parte del tiempo de su hora de trabajo, la pasa pensando en posibles títulos de libros que a Juliana podrían llegar a gustarle.

—¿A qué te refieres exactamente con gustar, Benjen? —Es una pregunta simple que deja ir, al tiempo que da una mordida a la galleta de vainilla que Abigail ha dejado a su lado hace unos quince minutos atrás. —Tú sabes, hija. Te gusta como a mí me gustó Abigail en el frente. No podía dejar de mirarla y quería su atención para mí. Quería que me atendiera, aún cuando yo solo tenía uno o dos rasguños en mi cara y brazos. Le hablaba de lo que sea que se me ocurriera para que no se fuese de mi lado. Tú sabes, hija, realmente gustar.

—¿Te preocupaste por ella? ¿Quisiste sacarla de ese lugar para que pudieran estar mejor?

—Todo el tiempo, Valen, todo el tiempo. Tú no sabes las ganas que tenía yo de tomarla de la mano y de traerla a Inglaterra para tener una nueva oportunidad de iniciar.

—Y... ¿Y ella? ¿Qué sentía ella por ti en ese entonces? —Benjen no contesta y solo sonríe de medio lado, dando un sorbo a su mate mientras pierde su mirada en las amarillentas hojas que rodean la pileta. Y son las palabras de Benjen que a Valentina le demuestran que si, que tal vez le gusta Juliana. Un poquito, tan solo lo suficiente para hacer sus mejillas sonrojarse. lo suficiente como para que Valentina quiera cogerla de la mano y así pasear por las frías calles del pueblo abandonado en el que viven.

Valentina quiere fotografiarla todo el tiempo, decirle que es hermosa y que tiene los ojos del color de la miel.

Quiere llevarla a conocer a Eva y proponerle recorrer el mundo. Quiere regalarle un libro, regalarle palabras y canciones que nadie más conoce. Y hay una bufanda amarilla que venden cerca de su casa que quiere que Juliana lleve alrededor de su cuello y que ella pueda decir a todo aquel que le pregunte: Me la regaló Valen. Pero no lo hace y las cosas no quedan más que en deseos —en murmullos nocturnos y sollazos que no traen lágrimas consigo cuando está acurrucada en su cama, con la cara clavada en la almohada y Totora recostada en sus pies.

⸙: Wҽ ϝҽʅʅ ιɳ OƈƚσႦҽɾ ❬  𝙅𝙪𝙡𝙞𝙖𝙣𝙩𝙞𝙣𝙖; ❀❜ ❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora