c a p í t u l o f i n a l
Cuando terminan de comer, Juliana dice —gracias—, y la verdad es que es un gracias que engloba un montón de cosas que Juliana aún no está segura de decir a viva voz; no aún.
Totora está echada en su regazo mientras ella está sentada en el sofá de la sala de estar. Es liviana a pesar de su apariencia grande y a Juliana le gusta cómo ronronea por las cariños que deja en su peluda panza, cuello y tras sus orejas.
Valentina está sentada a su lado, sentada a lo indio en el espacio libre. Juliana sabe qué está tratando de ver la película que están pasando por la televisión, en un canal del cable, y también sabe que no es más que intento fallido tras intento fallido, porque Valentina no puede quitar su mirada de Totora y, por consecuencia, de ella.
Así que Juliana sonríe de medio lado antes de tomar el control remoto y dejar de fondo una radio cualquiera que tenga música agradable, lo que logra que Valentina recargue su mejilla en el respaldo del sofá ya sin intentos de mirar el televisor.
Juliana lo cuenta como una pequeña victoria.
No sabe en qué momento sucede, pero Valentina está seria frente a ella. Está constantemente mordiendo su labio inferior antes de llevar su mano al mismo y pellizcarle con sus dedos.
Juliana le frunce el ceño, pero Valentina no parece notarlo (o bien, no logra comprender el semblante de Juliana).
Así que, con cuidado, Juliana saca a Totora de su regazo y la deja en el suelo, haciendo caso omiso al maullido de enojo que deja salir la gata. La verdad, es que ella no es prioridad ahora.
Es cuando está a punto de llamar la atención de Valentina que ésta deja ir una pequeña bomba en la habitación.
—Tengo Sindrome de Asperger. —dice. Es rápida y Juliana casí teme de que la lengua de Valentina se enrede antes de terminar la frase.
Quiere decirle que ya lo sabe, pero eso sería interrumpir la línea de pensamientos que está teniendo Valentina en ese momento; sería poner fin a la, quizás, única oportunidad de escuchar de la propia boca de la otra cómo es que funciona su mente.
Por eso Juliana asíente un par de veces para dejarle en claro a Valentina que la está escuchando.
Juliana sabe que ha dado resultado cuando Valentina asíente de vuelta, da una bocanada de aire y le mira a los ojos como pocas veces lo ha hecho.
—Y está esta cosa en mí. Es una cosa que llega a mi estómago y a mi cabeza cada vez que te veo. Sé que no es vértigo, porque el vértigo da por otras causas y me sucedería desde el momento en que pongo un pie fuera de la cama por las mañanas, pero no es así. No sucede así, por eso no es vértigo.
Las manos de Valentina se retuercen en su regazo. Y Juliana quiere seguir escuchando lo que está diciendo, así que no hace nada, ni siquiera el amago de tomar las manos de la otra entre las suyas para evitar su movimiento constante.
—Y también están las cosquillas que se alojan en mis manos, en las plantas de mis pies y en mis mejillas. No sé qué es, pero están cada vez que te veo. Y se apoderan de mis manos cada vez que estás lejos, lejos como a un metro de distancia, ¿y qué sentido tiene eso? Cuando lejanía se define como 'algo que se ve de lejos', pero un metro no es lejos. A un metro de distancia yo aún puedo distinguir el color de tus ojos, tus largas pestañas y las pecas que están desparramadas en tus mejillas. A un metro yo puedo notar las marcas que han dejado las arrugas que se forman alrededor de tus ojos cuando ries, puedo notar las entradas de tu frente y cómo tu ceño se frunce en concentración. Incluso soy capaz de notar el tic que tienes en tu mano cada vez que estás nerviosa. ¿Entiendes mi punto? No es normal; estas cosquillas y ganas de tenerte cerca cuando ya estás cerca no son normales.
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⸙: Wҽ ϝҽʅʅ ιɳ OƈƚσႦҽɾ ❬ 𝙅𝙪𝙡𝙞𝙖𝙣𝙩𝙞𝙣𝙖; ❀❜ ❭
Short StoryTerminada. Juliana y Valentina se conocen un día de otoño en una biblioteca. ⸙: Juliantina, 𝓙𝓾𝓵𝓲𝓪𝓷𝓪 𝔂 𝓥𝓪𝓵𝓮𝓷𝓽𝓲𝓷𝓪 𝓭𝓮 𝓐𝓶𝓪𝓻 𝓪 𝓜𝓾𝓮𝓻𝓽𝓮 ⸙:𝓐𝓭𝓪𝓹𝓽𝓪𝓬𝓲𝓸𝓷