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—¿Quién lo diría? —se mofó un conocido suyo, un muy buen conocido suyo, adentrándose en su hogar como si este le perteneciera con una simple bolsa plástica a la mano y un fino bastón en la otra. Frank gruñó al verlo venir, pero su cuerpo no se sentía en condiciones como para poder echarlo afuera de su propiedad —El hombre más malo de la ciudad es tan débil como todos los demás
—Si has venido solo para devorarme espero causarte una fea indigestión —fue lo que pudo responder el humano resfriado buscando en una caja que mantenía al lado del sofá donde reposaba algún pañuelo con el cual sonarse la nariz, pronto se dio cuenta de que se la habían acabado todos los que tenía. Malditas enfermedades, quizás lo más desagradable de estar vivo.
—Me lastimas con tus palabras, mi amor. —le dijo aquel hombre inmortal de porte indiscutiblemente elegante y rojiza cabellera que mantenía larga hasta los hombros acercándose confiado y nada temeroso de las represalias que el asesino postrado por el resfriado podría hacerle si lo presionaba de más.
El nombre de quién se había invitado a sí mismo era Michael Murdock, nada más ni nada menos que uno de los abogados más prestigiosos del país, pero esto a Frank no le podía importar menos dado a qué él sabía ¡Oh, cómo lo sabía! Él sabía lo que era en realidad; ardiendo de sangre deambulaba por una noche fría y llena de niebla por la ciudad que nunca descansa dónde su primer encuentro fue del todo aterrador. Frank fue en busca de asesinar a un temible vampiro y regresó a su casa siendo abatido por la derrota y una fea marca en su cuello.
—Muérete.
—No antes que tú —le respondió el pelirrojo de oscuros lentes circulares tomando asiento a su lado en aquel estrecho sofá de cuero desgastado a sabiendas de que Frank no saltaría a su pecho para abrirlo con una de las patas del mueble; demasiado débil y dominado para una rabieta de esas.
—Como puedes ver no tengo tiempo para tus juegos, Rojo —se explicó aquel asesino a sueldo que en sus tiempos libres gustaba de cazar a los parientes lejanos del abogado que sutilmente se acercó más a su rostro. Aún sin poder ver sus inutilizados ojos Frank se sentía tan... adormilado —¿Qué quieres?
La sonrisa que Murdock le dio de seguro pudo haberse ganado el amor de la mujer más preciosa e inalcanzable de la época, pero Frank no se sentía tranquilo ni mucho menos a salvo, él solo quería entender por qué las cosas terminaron resultando de esa forma tan contraproducente.
—Quiero cuidarte —terminó por decir el pelirrojo acariciando la mejilla del asesino como si se tratasen de un simple gatito o un aperitivo de medianoche, recorriendo con uno de sus dedos un corto recorrido desde el pómulo hasta el cuello dónde aún se podían apreciar levemente los agujeros que él mismo hizo en aquella piel de canela con tanta satisfacción.—¿Enserio? —se burló Frank aún cuando Murdock le extendió una nueva caja de pañuelos, cuando Matt finalmente se alejó de él a hacer quien sabe qué no tuvo ningún problema en alzar un poco más su voz para que le escuchara —¿Y a qué se debe ese honor?
No hubo respuesta por unos momentos y a Frank no le interesó seguir al abogado para recibirla, él prefirió acurrucarse en el mueble para conservar el calor sintiéndose demasiado fatigado como para ir a buscar una frazada. No obstante, el calor le arropó minutos después y a continuación un peso ya conocido se acentuó a su lado nuevamente, la sensación era tan reconfortante que Castle podía estar cerca de comenzar a dormitar, pero jamás lo admitiría en voz alta. Nunca.
—Eres molesto.
—Y tú eres un humano. —cuando Frank entreabrió sus ojos por un momento, estaba listo para esperar una cara aterradora con unos dientes filosos y extremadamente largos. Pero en cambio tan solo reconoció al cínico abogado del diablo soplando una cucharada de sopa antes de ofrecersela.
—¿Eso es todo?
—¿Qué mayor insulto puede haber? — se burló el no muerto aceptando la comida sintiendose menos miserable que antes de que el maldito idiota enfrente suyo irrumpiera a su vida y se metiera en su cabeza como el peor parásito de todos.
Frank no quiso seguir con la conversación, tan solo se dignó a dejar la toalla en el suelo mientras el chupasangre lo llenaba con una expresión tan amable que lo hacía sentir aún más enfermo de lo que estaba. Murdock retomó la palabra cuando el plato en su regazo se encontró vacío y Frank le pareció lo más tranquilo y taciturno que podría estar alguna vez en su vida.
—¿Estás listo, querido?
—Si intentas atacarme te juro que al menos te joderé la dentadura antes de morir. —fue lo que le gruñó Frank con sus ojos cerrados y dándole la espalda, su tono era tan encantador para el vampiro y su odio por los seres paranormales lo hacía amarlo mucho más. Para Michael, Frank era el resto más divertido que se había cruzado en su camino en siglos.
—Me refiero a que si estás listo para admitirlo.
—¿Qué cosa?
—Que me amas, por supuesto. —el cazador no se movió de su posición, por escasos segundos pareció petrificado por aquella declaración. Aunque claro, la satisfacción de obtener el silencio de Frank no le duró lo suficiente a Murdock.
—¡Vete a la mierda, Rojo! —exclamó el enfermo cazador de vampiros utilizando la poca energía que tenía en un sobresalto que lo irguió por completo para encarar al molesto polizón sentado a su lado como si fuera algún tipo de perro guardián o amante dulce y preocupado. Ninguna de las dos caras quedaba bien con el hombre, eso había que aclararlo.
—Está bien, yo puedo cargar con la verdad por los dos —Murdock detuvo a su contrario de cualquier arrebato posando delicadamente una dura mano sobre su cuello; estaba caliente y la sangre fluía con tanta fuerza, aún siendo débil, el hombre era capaz de darle pelea y llamarlo como ningún otro. Eso era que a Michael lo traía encantado y sumamente sediento —Te amo, Frank.
El susodicho gruñó nuevamente al ver desplegados los colmillos del abogado, pero aún con eso no se negó al contacto o rechazó las palabras del pelirrojo. Así era el tema con Frank, aún no estaba listo para admitir que no podía matar al bastardo... porque por mucho que insistiese en negarlo también lo amaba.
—Y yo te odio, Rojo.
Sí, Frank lo amaba a su propia y cruel manera. Pero no se sientan decepcionados, el ciego inmortal podía sentir en los latidos del cazador la mentira impresa debajo de aquellas palabras venenosas y eso era más que suficiente ¡Vaya qué lo era!
Notita: Lindo, muy lindo(ʘᴗʘ✿) pero quiero dolor y destrucción.
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LIGHTHOUSE [Fratt]
FanfictionDrabbles - Fratt Destilando el cerebro de la autora hasta el hartazgo para el morbo del espectador ♥♥♥ Se prohíbe la copia o adaptación de esta obra sin el permiso oficial del escritor. Cualquiera que vea esta obra en otro perfil haga el favor de de...