Capítulo 5: Una amenaza peluda

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Todos intercambiamos miradas de asombro.

Todos menos Sam.

—No— dijo ella, al mismo tiempo que negaba con la cabeza. —No, no, no. No—.

—¿No, qué?— preguntó Sophia con una pequeña sonrisa.

—Os conozco demasiado bien como para saber lo que está pasando por esas cabecitas vuestras. Y por nada del mundo me voy a meter por... ahí— dijo señalando la entrada secreta.

Unos momentos después, todos caminábamos por el pasadizo secreto, con ganas de averiguar lo que ocultaba.

Todos menos Sam, quien iba con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—Voy a morir— dijo antes de resoplar con molestia.

—Qué positiva— dijo Mike.

Ella lo fulminó con la mirada mientras él caminaba felizmente.

—¿Qué creéis que vamos a encontrar?— preguntó Sophia de repente.

Mike había sido el primero en entrar, después fue Sam y junto a ella, Toni. Yo iba detrás con André. Marco quedó último.

—Espero que nada malo— dijo Sam.

—Yo creo que telescopios, mapas y cualquier cosa de astrónomos— opinó André.

—Aburridooo— soltó Mike.

—¿Y qué piensas tú que vamos a encontrar?— preguntó André.

—Pues... creo que... Un súper laboratorio secreto con experimentos súper raros y científicos locos que experimentan con extraterrestres o gente con superpoderes— dijo del tirón.

—Woah... y eso que pensaba que estabas pirado. Ahora resulta que lo estás de verdad— dijo Sam.

Mike iba a hacer algún comentario de los suyos, pero se calló cuando algo sonó justo detrás de nosotros.

Todos lo hicimos.

Un repiqueteo que iba despacio, pero era incesante, se acercaba a nosotros cada vez más y más.

Nos quedamos helados.

Miré a André, que estaba alerta. Después a Sam y Toni que se habían abrazado y apretaba los ojos con fuerza, luego a Mike que estaba a punto de llorar y después a Marco, que hizo lo último que habríamos hecho ninguno.

—Un momento... —.

Avanzó por dónde habíamos venido, hacia el sonido desconocido.

Sin hacer ningún ruido intenté cogerlo del brazo, pero de un suave tirón, se desprendió de mí.

Lo vimos adentrarse a la oscuridad que habíamos dejado atrás.

Ni tan siquiera cogió una linterna.

Estuvimos unos segundos en silencio absoluto hasta que escuchamos algo que definitivamente, no nos esperábamos ninguno.

Escuchamos a Marco.

Reír.

¿Pero qué?

¿M-Marco?— tartamudeé, casi en un susurro.

—Por favor, ayudarme— dijo entre risas.

Una de dos.

O se había vuelto loco mientras algo lo atacaba.

O lo que lo atacaba estaba imitando su voz para atraernos.

Mmm...

Corrí con una linterna en la mano y apunté al suelo, donde provenían los gritos de auxilio.

Diario de un presente apocalípticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora