9. Perdiendo la cabeza

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Todo ha cambiado. Ya nada es lo que era antes. Sin duda, soy una persona desgraciada. He conseguido mi propósito, pero jamás podré dar marcha atrás.

Mia

Aquella tarde, el ambiente frío recordaba por primera vez en el año, que estaban en invierno. En plena estación fría y oscura.

Esto no hacía más que obligar a Linda a quedarse en casa días y días. Incluso semanas.

- Vamos, Linda, tienes que salir de casa- le recordaba Louis.

Pero ella parecía estar completamente sumida en su tarea. Seguía dibujando.
¿Habría caído en la locura?

- No.

Aquella palabra era tan simple. No. Una negación. Negaba toda felicidad, toda esperanza que quedara en el corazón de Louis.

- ¡Linda tienes que salir! ¡Lo necesitas muchísimo más de lo que crees!

Agarró con fuerza el antebrazo de su mujer alzándola de la banqueta donde se sentaba para dibujar.

Linda le miró a los ojos y Louis no reconocía aquella mirada. Aquella mujer no era su Linda. Sus ojos inyectados en sangre ya no se veían tan claros como antes.

Ni siquiera el color pálido de ésta se parecía en lo más mínimo a su bronceado anterior.

¿Dónde estaba aquella mujer que tanto amaba?

- A mí no me grites, gilipollas...- Linda se zafó de Louis y se volvió a sentar en su banqueta fijando de nuevo la vista al caballete.

Para Louis aquellas palabras le rompieron el corazón. Linda jamás se había atrevido a insultarle. Odiaba creer que aquello que acababa de escuchar fueran las palabras de las que había sido su mujer.

- ¿Qué te he hecho yo, Linda? ¿Qué coño te he hecho yo para que me hables así?

Linda no contestaba. Ni contestaría. Louis lo sabía de antemano.

- Contéstame. ¿Qué te he hecho, eh?

Linda comenzó a llorar. Aquello solo les estaba llevando a algo peor que la muerte de su hija.

Si seguían así, sin hablarse como antes, acabarían separándose. ¿Y entonces qué sería de sus vidas? ¿Qué harían el uno sin el otro? Seguramente uno de los dos acabaría perdiendo la cabeza o, lo que era peor, decidiría suicidarse.

La separación. Louis jamás se imaginó que su situación empeoraría todavía más. No podía dejar que eso pasara.

- En fin, yo... Lo siento, no quería gritarte...- se disculpó colocándose a la altura de su mujer sentada.

Ésta parecía poseída. Solo podía mantener la vista al frente, sin dejar de mirar su absurdo caballete.

En ese momento, sin avisar, Linda se levantó y, de un empujón tiró el caballete y, una a una, comenzó a romper todas sus obras de arte. Sin cesar.

- ¡Linda! ¡¡Paraa!!

Louis corrió hacia ella intentando detenerla. Pero ya era demasiado tarde. En el suelo solo se podía apreciar una gran mancha de pintura, mezcla de todos los cuadros de su hija.

Aquella era la única esencia de Wendy en aquella casa, y, la habían perdido por segunda vez.

***

Mia caminaba despacio. No sabía muy bien a dónde quería ir. Lo que sí tenía claro era que deseaba huir de aquella casa. Su casa.

Ahora, un lugar donde se había acometido un horrible asesinato. Un asesinato en sus manos.

Salió de la casa y corrió desesperadamente por las calles intentando encontrar un lugar donde refugiarse sin ser reconocida.

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