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—¡Terroncitos! ¿Qué tal en la feria? ¿Disfrutaron? — Andie exhibía una expresión sombría, al igual que Julie, aparentemente afectadas por la presencia inquisitorial. Julie se dirigió en silencio al establo, decidida a distraerse jugando con los cerdos en el patio trasero para dejar atrás el amargo encuentro. Mientras tanto, Andie, con los ojos pesados, soltó un suspiro antes de disponer las verduras recién adquiridas sobre la robusta mesa de madera.

—Bueno....Unas personas llamadas la Inquisición vinieron al pueblo.— Andie compartió con tono reflexivo, mientras la mujer mayor asentía con comprensión, sirviendo dos tazones repletos de estofado. En el hogar, la atmósfera reflejaba las tensiones experimentadas en la feria, la abuela observó a través de las ventanas, como si buscara respuestas en el horizonte, antes de comentar con sorpresa y nostalgia:

—Es extraño ver a la Inquisición aquí, es posible que se estén expandiendo.— Comentó la anciana, andie con intriga frunció sus cejas elevando su mirada para ver a Elvira. —¿Expandiendo? ¿Sabes que es la Inquisición?— Indagó Andie llamando la atención de la anciana quien sonreía por su curiosidad, asintió mientras servía dos tazas de barro con algo de agua.

—Yo viví en la capital con tu padre cuando él tenía la edad de Julie, en esos tiempos el Santo Oficio, la Inquisición se encargaba de mantener la ciudad de la capital en armonía, solían hablarnos de Dios y ayudarnos con dispensas que el reino daba. — Comentó aclarando algunas dudas que tenía Andie, la castaña frunció sus cejas; pues la Inquisición traía un mensaje fuerte y nada armonioso ante el pueblo.

—Pero yo, en mi juventud rebelde, me negaba a aceptar esas creencias. La capital era un crisol de culturas y pensamientos, y aunque el Santo Oficio intentaba imponer su influencia, muchos manteníamos nuestras propias creencias y prácticas.— Contestó nuevamente generando muchas más preguntas en Andie quien continuaba intrigada por la vida que solía conllevar su abuela antes de quedarse en Dinan.

La abuela colocó cuidadosamente los utensilios sobre la mesa, su mirada perdida en el reflejo de su memoria.
—Me gustaría contarte más detalles, pero el paso del tiempo ha hecho que olvide muchas cosas, solo se que Katad es preciosa. —Dijo la anciana refiriéndose a la capital de Francia, Andie sonrió algo contenta por aquel relato. —Ve por tu hermana, anda, la comida se enfría. — Ordenó, Andie sin rechistar estiró su cuerpo antes de salir al patio trasero.

Yacía ahí Julie cubierta de barro con sus mejillas sonrosadas y en sus ojos una chispa de alegría, como si el contacto con los animales hubiera proporcionado un refugio temporal en Julie; su momento de alegría se vio interrumpido al momento en el que vio a su hermana mayor frente a ella con una expresión exasperante, Julie borro su sonrisa mientras se trataba de poner de pie en el lodo.

—¡Annie! Te juro que fue un niño en un caballo volador que disparaba lodo con rasho láser— Andie, aunque fastidiada, no pudo evitar sonreír ante la imaginación desbordante de su hermana. —De acuerdo, voy fingir que te creo esta vez.—¡Pero es cierto!—Andie solo rodó sus ojos, tomó un paño de su bolsillo y limpió cuidadosamente la cara de su hermana, eliminando las evidencias de la travesura, luego, le ofreció un conjunto de ropa limpia.

—Ve a darte un baño y vuelve a cenar.—Ordenó, Julie hizo una pequeña mueca de disgusto. —Me gusta apestar— Hubo una pequeña rabieta al principio, pero la amenazadora mirada de Andie bastó para que Julie obedeciera de inmediato, Andie dejó que se retirará mientras limpiaba el pequeña criadero de cerdos.

Con Julie camino al baño para deshacerse del barro, Andie regresó a los pocos minutos a la mesa donde la abuela yacía sentada esperando a sus nietas.

 PRIMA ༒ MACULADonde viven las historias. Descúbrelo ahora