Beso robado

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POV DIEGO

Qué extraño, lo tenía todo pero aún así sentía que me faltaba algo más.

Qué indescriptible era este sentimiento que asediaba mi interior casi constantemente.

A ver, pensándolo detenidamente tenía a una chica perfecta a mi lado, formaba parte de una banda de música genial, compuesta por varios de mis amigos y mi propia novia, y además, mi familia estaba muy unida, y poseía dinero, tenía más dinero que la mayoría de gente de treinta y tantos años llevando muchos años trabajando solamente yo.

Pero existía una necesidad imperiosa en mí, la cual no sabía identificar, una ansiedad frecuente que me hacía replantearme si el camino de vida que estaba escogiendo era el correcto. ¿Por qué me sentía de esa manera si no había razones aparentes? ¿Qué les ocurría a los engranajes de mi cerebro?

Estás dudas comenzaron el día antes de que comenzarán las clases, Teresa me estaba dando uno de esos besos suyos capaces de hundirme en una vorágine de locura y de sensaciones que me ascendían hasta tocar el cielo, pero la llamada de una necesidad fisiológica más fuerte terminó con aquel momento mágico en un instante: tenía que ir a orinar urgentemente.

Me levanté de la cama y guiñé un ojo a Teresa, que se rió con esa melodiosa voz suya, y le dije:

– Ahora vuelvo y seguimos con lo que estábamos haciendo.

Cuando salí al pasillo fui al baño que me pillaba más próximo, el que estaba justo en frente de la habitación de Alicia.

Cuando entré, sumido en mis fantasías de contemplar al regresar a la habitación a Teresa desnuda para mí, no me di cuenta que había alguien dentro hasta que fue demasiado tarde. Ya había entrado allí. No podía dar la vuelta y simplemente irme.

En lugar de disculparme, me quedé estupefacto.

Andrés, el mejor amigo de Alicia, estaba sentado en la tapa del WC con evidencias de haber estado llorando ya que sus ojos estaban enrojecidos y quedaban restos de lágrimas recorriendo sus pómulos. Andrés me miraba entre avergonzado y nervioso de que lo hubiera hallado en aquel momento tan vulnerable.

Yo era muy humano, a pesar de que aveces podía llegar a ser un poco borde con los demás, así que no pude irme sin más aunque una parte de mí me lo pedía a gritos.

No quería meterme en uno de esos dramones entre mi hermana y él, pero no podía dejarlo así de roto, de herido, no era justo. Tenía que ayudarlo igual que a mí me gustaría recibir su ayuda si yo estuviera en esa situación.

Por este motivo, me incliné hacia él, y coloqué mi mano sobre su hombro como gesto de consuelo.

–¿Qué te pasa? - inquirí a sabiendas de que me arrepentiría porque comenzaría a contarme su infinita rallada interminable. Sin embargo, no respondió, en cambio pude notar sus hombros en tensión ante mi conciliador tacto. Así que volví a intentarlo de nuevo– ¿acaso te has peleado con mi hermana? Ya sabes que... - me interrumpió porque había sellado sus labios contra los míos mientras acababa la frase. Abrí desmesuradamente los ojos, y no fui capaz de reaccionar de ninguna manera ante aquel frugal beso. Simplemente permanecí quieto, en shock mientras duró.

De todos los escenarios posibles, ése era el último que me esperaba que fuera a suceder.

Se separó casi al instante y me miró con ojos apenados, parecía arrepentido y sin decir nada, se levantó y se fue, dejándome perplejo, solo y reflexivo.

¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué me había besado de la nada?

Pensé en Teresa y en lo mucho que me importaba y decidí olvidarlo, hacer como si ese último suceso no hubiera pasado nunca, al fin y al cabo me pilló por sorpresa, y aunque me hubiera provocado alguna sensación positiva ésta no era relevante, era mucho más preciada mi relación con Teresa que se remontaba a nuestra infancia, no podía perderla por un desliz del que ni siquiera había sido yo el precursor.

Un Paso Por Delante Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora