Cincuenta y ocho | Gracias, Yoongi.

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Min Yoongi había continuado su vida sin mirar atrás, sin lamentos. No tenía tiempo para afligirse por un patético niño que había conocido por internet, era un adulto con responsabilidades y una ocupada y productiva vida. Por supuesto que no había tiempo para pensar en Jeon Jungkook.

Durante el día se lo repetía una y otra vez, era bastante fácil hacerle entender a su mente que debía superar lo ocurrido. Sin embargo, al llegar la noche, no podía explicarle a su corazón que no debía extrañarlo, tampoco podía evitar pensar en él cuando se encontraba solo y a oscuras, justo como en ese momento.

¿Cuánto tiempo había transcurrido desde entonces? ¿Poco más de tres meses?

Sabía de buena fuente que Jungkook estaba saliendo con un chico, porque, aunque Hoseok y Namjoon pensaran que no les prestaba atención en lo absoluto, su corazón no podía evitar acelerarse con la mención del menor. Claro que lo sabía, tonto no era.

Se removió entre las mantas de su cálida cama. Faltaba poco para que comenzara el invierno, por lo que cada día que transcurría era más frío y seco que el anterior.

Era viernes por la tarde y Yoongi acostumbraba a pedir comida a domicilio los viernes, pero cuando el timbre sonó, sin duda alguna no esperaba que, al abrir la puerta, fuera Jungkook quien se encontrara ahí. No obstante, lo era.

—Hola, Yoongi —dijo Jungkook.

No era el repartidor de pizza, por supuesto. A menos que Jungkook hubiese conseguido un trabajo a medio tiempo, eso tendría más sentido. Yoongi frunció el ceño, descartando la idea en cuanto se percató de que no llevaba un uniforme sino un enorme abrigo negro hasta las rodillas, el cual cubría la mayor parte de su cuerpo.

—¿Podemos hablar? —preguntó el menor delante de él.

Yoongi no respondió, su mente no terminaba de procesar lo que estaba ocurriendo. ¿Realmente era Jungkook quien había tocado a su puerta?

Lo era.

Ninguna palabra salió de sus labios y tampoco se forzó a hablar. Casi había olvidado lo bien parecido que era, lo bonitos que eran sus ojos y lo maravillosos que eran esos lunares sobre su piel.

—Sé que no quieres verme, pero hay muchas cosas que debo decirte aún —continuó—. ¿Podemos hablar?

Para la sorpresa del menor —e incluso la suya—, se hizo a un lado, y aunque la parte racional de su mente le reprochó aquella acción, la otra no podía verlo ahí afuera. El clima era bastante frío, pudo notarlo por el vaho que salía de la boca de Jungkook.

Era la primera vez que Jeon visitaba la casa del mayor y, tristemente, también sería la última. Dio unos cuantos pasos dentro de la casa, nunca había estado allí, pero se sentía tan familiar y cálido, que casi olvidaba el por qué de su visita.

Ni siquiera el sonido de la puerta cerrándose pudo sacarlo de su pequeña ensoñación.

—¿Y bien? —cuestionó el pelinegro detrás de él.

—Oh... sí —murmuró un muy desconcentrado Jungkook, rebuscando entre los bolsos de su abrigo.

—¿Qué haces?

Jungkook apenas pudo sostener su mirada por unos segundos.

—Escribí una carta, no quería olvidar nada —explicó, sonriendo en cuanto la encontró—. ¿Puedo leerla para ti?

Yoongi frunció el ceño, pero asintió con resignación. ¿Qué otra cosa podía perder?

—De acuerdo... —dijo Jungkook, soltando un enorme suspiro antes de empezar a leer—: "Yoongi hyung, no sé si en este preciso momento estoy leyendo esto para ti, no sé si la estás leyendo tú o si esta carta nunca será leída... Probablemente ni siquiera aceptaste hablar conmigo, pero si justo ahora estoy leyendo esto yo, quiero agradecerle por dejarme hacerlo. ¿Cómo empezar? Yoongi, tengo tanto que decirte... Voy a empezar diciendo que lo siento —Jungkook se detuvo, juntando sus labios en una fina línea que deshizo antes de continuar. Yoongi podía percibir lo difícil que estaba siendo para el chico, pues la hoja entre sus manos no paraba de temblar—, lamento tanto lo que pasó ese día. Lamento no haber ido a nuestra cita y lamento haber hecho lo que hice... De verdad lo siento. No tengo excusa alguna, soy responsable de mis acciones y aunque me duela, acepto perderte...

—Detente —pidió el pelinegro.

No podía seguir escuchándolo, no cuando lo único que deseaba en ese momento era consolarlo, refugiarlo entre sus brazos y besar sus agrietados labios. Y, por un momento, solo por un momento, pensó en olvidar todo y comenzar de cero.

—¿Mh? —musitó Jungkook, levantando la mirada.

—Vete, Jungkook —ordenó Yoongi—. No puedo hacer esto.

—Yoongi... —la suplicante mirada del castaño hizo que bajara la suya, pues sabía que, si continuaba mirándolo, caería rendido ante él.

—Te pedí que no volvieras a buscarme —dijo el mayor. A pesar de su inexpresivo rostro, estaba siendo más complicado de lo que demostraba. Internamente, estaba rompiendo su propio corazón—, te dije que no quería volver a verte.

—No estoy aquí buscando algo más —susurró Jungkook, bajando la carta con resignación—, no espero que mágicamente aceptes darme una segunda oportunidad.

—No lo hagas más difícil de lo que ya es. Si estás aquí para que acepte tus disculpas... —tragó pesado, pero dijo:— las acepto. Ahora vete.

Jungkook asintió y colocó la carta sobre el sofá a su costado, consciente de que, probablemente, iría directo a la basura. Las lágrimas nublaron su vista y se encaminó hacia la puerta, pasando al lado de Yoongi. Su corazón deseaba quedarse, pero incluso él sabía que no tenía nada más que hacer allí. Min Yoongi oficialmente lo había sacado de su vida.

—Gracias por todo, Yoongi —dijo antes de abrir la puerta y salir sin más.

Su mirada no se despegó de aquella carta durante el resto del día, y no solo durante esa noche no pudo dormir, pues había pasado aproximadamente una semana desde la visita de Jungkook y la carta seguía en el mismo lugar donde el castaño la había colocado antes de partir.

Yoongi se debatía internamente entre leerla y no hacerlo, había escuchado suficiente como para desestabilizarlo y aceptar que era vulnerable ante las palabras del menor, incluso las que solo estaban escritas. No estaba dispuesto a sufrir más, pero...

—Lo conocí hace tiempo, estamos saliendo —la voz de Namjoon parecía lejana. Sin embargo, estaba frente a él, sentado justo al lado de la nota de Jungkook, la cual les había prohibido tocar, mover e incluso mirar.

A decir verdad, la conversación que mantenían sus dos mejores amigos no tenía ni la mitad de su atención, pues estaba luchando con la enorme curiosidad que sentía en ese momento.

—Lo he visto en la cafetería con... —Hoseok, quien estaba a su lado, calló—, sí, son amigos.

Se levantó del sofá y tomó la carta, decidido a botarla. Lo hecho, hecho estaba.

—¿Qué haces? —preguntó Hoseok, mirándolo con curiosidad.

—¿La leerás? —cuestionó Namjoon.

—Voy a tirarla —dijo sin más.

—No deberías hacer eso —dijo Namjoon, sin apartar su mirada de la de Yoongi.

—Piénsalo bien —continuó Hoseok, encogiéndose de hombros—. ¿No te arrepentirás después?

Las palabras de Hoseok habían quedado tatuadas en su mente, ¿no se arrepentiría después...? De no leer lo que Jungkook quería decirle; de negarse a amarlo; de poner su orgullo primero; de no perdonar; de perderlo.

Esa misma noche decidió sentarse sobre su cama con la carta en manos, dispuesto a darle fin a su curiosidad:

«Acepto perderte, porque, aunque quisiera no hacerlo, sé que nunca fuiste mío. Y no, tampoco merezco que algún día lo seas, he fallado y no hay vuelta atrás, pero eso no me impide decirte que eres y serás lo más real y perfecto que he tenido en mi vida, porque te bastaron un par de días para llenarme de color, para hacerme sentir como un niño.

Todavía recuerdo cuando nos conocimos, la manera tan absurda y poco convencional en la que te volviste todo para mí. Me gustaría regresar a ese momento... Pero no puedo, no puedo corregir lo que hice y tampoco espero que me perdones sinceramente. Las heridas tardan en sanar e incluso algunas dejan cicatrices permanentes. Tal vez soy una cicatriz permanente en tu corazón, tal vez no. Sin embargo, prefiero dejarte ir y terminar este amor, es algo que, al menos yo, necesitaba para poder continuar. Gracias, Yoongi.


Jungkook»


WHO ARE YOU? | YoonkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora