Prólogo.

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PRÓLOGO.

Como siempre, los gritos ensordecedores de Tía Petunia exclamando mi nombre se escuchan por todo la casa.

Asomo tímidamente la cabeza desde la puerta de el armario que hace de mi habitación para mí y para mi hermano mayor, el cual solo lo es por cinco míseras horas. Avanzo lentamente, encogiéndome más a cada paso que doy, hasta que parece que ya no tengo cuello y que me ha crecido una joroba en cuestión de minutos.

-¿S-sí, Tía Petunia? -Pregunto con la voz temblorosa, ya que me temo qué es lo que sucede.

-¡No has tendido la ropa de la lavadora! Como castigo, hoy comerás lo que sobre de la cena. Claro, si es que queda algo... -Dice, con una sonrisa malévola, a la vez que cabezagacha y ojos vidriosos, me dedico a tender la ropa, como la mujer que debería servirme de modelo de madre, se aprovecha de mí y de mi hermano.

Harry Potter, mi hermano, entra en la habitación donde está la lavadora, la secadora, y el resto de aparatos que están relacionados con la ropa, me dedica una sonrisa tranquilizadora cuando le miro, con una lágrima a punto de caer de mis mejillas. Después de susurrarme que todo está bien, me ayuda, para así terminar el trabajo en la mitad de tiempo.

Solo tenemos once años y ya nos tratan como meras 'chachas', pero estar con mi hermano me ayuda a seguir adelante día tras día. Al menos, este infierno es llevadero.

Una vez terminado y de haber avisado a nuestra Tía, llegó la hora de la cena, y Harry me prometió que dejaría la mitad de su plato para que yo pudiera cenar algo más que los huesos mordidos y rechupeteados de nuestro primo Dudley y del tío Vernon.

Por suerte en esta familia no me odian tanto como para matarme de hambre, pero casi.

Cuando ya he terminado de ramonear lo que ha sobrado, yo y mi hermano nos dedicamos a fregar los platos mientras comentamos lo maravilloso tener una habitación de verdad para ambos y lo que tendríamos en esta si la tuviéramos.

Por fin nos metemos en la cama. Como el espacio es demasiado reducido, solo hay un colchón para ambos, y siempre terminamos muy pegados, aportándonos el uno al otro el calor que siempre nos falta por las noches. Qué más da, ya estamos acostumbrados, y somos hermanos, no me quejaré.

Cierro los ojos y me duermo practicamente al instante, y es que yo adoro dormir, ya que siempre he sido libre de hacer lo que quiero en mis sueños.

Pero algo sucedería al día siguiente que yo desconocía por completo, que pondría nuestro mundo, nunca mejor dicho, patas arriba.

*****

¡Hola!

No tengo mucho que decir. Bueno, sí, que yo no me he leído los libros, los cuales tengo pendientes, por lo que yo me basaré en las películas. Cambiaré unas cuantas cosas para poder encajar a mi personaje ficticio, Elisabeth Potter, y espero recibir el visto bueno de las personas que me lean.

Eso es todo.

¡Agur!

Elisabeth, y la piedra filosofal. [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora