Capítulo I.

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CAPÍTULO I.

Escuché cómo mi mimado primo mayor corria escaleras arriba y abajo para así despertar a mi hermano, gritando que al ser hoy su cumpleaños, iríamos todos al Zoo. Qué envidia, ya que nunca nos regalaban nada por el aniversario de nuestro nacimiento, y menos aún nos llevaban a lugares así. De hecho, dudo que sepan cuándo nacimos.

Una vez hicimos el desayuno y todos estuvimos listos, Tío Vernon nos llevó al Zoo. Nada más salir del coche, agarré la mano de mi hermano, y entrelacé los dedos de ambos para así no perderme con facilidad, y cuando por fin entramos, fuimos directamente a la casa de reptiles. Estiré de la mano de Harry para acercarnos a ver una serpiente que parecía dormir. La estuve observando con admiración, puesto que siempre sentí cierto apego hacía las serpientrs y los gatos, pero todo finalizó cuando Dudley, mi irritante primo, nos empujó a ambos para así pegar su rechoncha cara al cristal.

-¡Haz que haga algo! -Gritó, a la vez que aporreaba el cristal que separaba al pobre animal de los humanos. Por suerte, se cansó de que no hiciera nada y después de insultarla, se marchó a observar otros animales.

-Disculpalo, debes estar cansada de ver caras tan estúpidas como las de mi primo pegadas al cristal. -Habló mi hermano. Yo simplemente miraba con lastima al animal mientras apoyaba mi mano en el vidrio que la mantenía en cautividad. Apreté la mano de Harry con fuerza, para que se percatara que el animal, nos estaba observando, y parecía que hasta nos entendía.

-¿P-puedes entendernos? -Pregunté, sintiendome algo estúpida por hablar con un animal, pero pronto una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver que esta asentía con la cabeza. Miré con emoción a mi hermano, y este le hizo algunas preguntas más, hasta que otra vez, nuestro primo hizo acto de presencia y nos empujó a ambos.

Esta vez caí sobre Harry de una manera algo cómica para quien hubiera visto la escena. Vaya sorpresa me llevé cuando escuché que alguien caia al agua y más cuando me percaté de que era Dudley. En cuestión de segundos, el reptil salió de donde se encontraba, y después nos miró a mi y a Harry.

-Graciassss. -Siseó, y se fue lentamente de ahí, asustando a todo el que la viera.

-¡AAAAAAAAH, MAMÁAAA, PAPÁAAAA! -Rápidamente miré con horror a mi primo, el cual se había quedado encerrado dentro y sin saber realmente qué hacer, me quedé ahí, observándolo a él y a mi hermano, el cual se reía de la escena.

Nuestros tíos no tardaron en hacer acto de presencia, y en lo que uno tarda en pestañear, nos tenía a ambos agarrados por las orejas y gritándonos de todo y por fin volvimos lo más rápido posible a nuestra casa.

-¿SE PUEDE SABER QUÉ HAS HECHO? -Chilló el Tío Vernon.

-¡No lo sé, ha sido magia! -Contestó. Yo simplemente gimoteé, ya que sentía que de un momento a otro me quedaría sin oreja por el modo en el que me estiraba de esta.

Nos empujó dentro del armario y tras cerrarnos la puerta con el quisquete, nos bramó que la magia no existía y nos cerró la rendija. Sentí al instante la impotencia de mi hermano, y rapidamente lo abracé con fuerza, para así hacerle saber que no estaba solo en este infierno.

Sobre el mediodía, nos abrió la puerta, para obligarnos a hacer la comida. Harry se puso de camino y yo simplemente ví que había correo bajo la puerta. Fuí a recogerlo, y cuando miré las cartas, ví que dos iban dirigidas a nosotros, los hermanos Potter. Me dirigí al salón, le entregué el correo a el Tío Vernon, y cuando iba a la cocina, Dudley me sorprendió quitándome ambas cartas.

-¡Devuélveme eso! -Grité horrorizada- ¡Es mío!

-¡Papá, papá, Elisabeth y Harry tienen correo!

Elisabeth, y la piedra filosofal. [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora