*ÚLTIMO CAPÍTULO DE LA HISTORIA DE HANNAH Y JACOB*
Hannah yo no iba a la escuela desde hace tiempo y no veía a ningún amigo. nadie le había buscado desde que le prohibieron asistir a la escuela junto con los de raza aria. Esta palabra se la había aprendido bien: "arios". Eran todos los otros, los que podía seguir yendo a la escuela, tomando el tranvía, teniendo una bicicleta, entrando en un parque. Los judíos eran una raza inferior. Lo había leído en una tienda que no aceptaba clientes judíos. Hannah pensó aquel día que los arios tenían necesidad de mirar la estrella de David, qué los judíos estaban obligados a cocer en su ropa, para saber qué se trataba de una raza inferior. De otro modo no habrían sido capaces de distinguirlos. Ahora bien, esto no se lo dijo a nadie: se le
habían pasado las ganas de hablar. Cada vez que sus padres le decían algo los miraba, pero no sale ningún sonido de su boca.
Le parecía que ya casi ni siquiera pensaba. Se había vuelto perezosa y quería dormir con frecuencia. Pero cada vez que miraba las
estrellas en el cielo se ponía a contarlas. Un día Joseph le mostró a Sarah una tarjeta postal de la prima Nora: había conseguido llegar de manera milagrosa a la Argentina y le imploraba a Sarah que se reuniera allí con su familia.-Sarah -le dijo su marido-, tenías razón. debí haberte hecho caso hace mucho tiempo... ¿Por qué no nos vamos de aquí? Argentina es un buen sitio, reconstruiremos alli nuestra vida. Tenemos a Hannah, debemos pensar en ella. ¿La ves?, parece un fantasma, pobrecita. Por favor, Sarah, vámonos de aquí.
Su mujer lo miró como a un extraño al que fuera preciso tratar bien por cortesía.
-No podemos irnos, Jacob está aquí. No nos han devuelto su cuerpo, todavía tengo que darle sepultura. ¿Y si no hubiera muerto? Debemos descubrir lo que le ha pasado.
-Sarah, desgraciadamente nuestro hijo Jacob ya no existe. Ahora debemos pensar en Hannah. Por favor, querida, en la Argentina estaremos bien.
-Puedes irte tú con Hannah. De todos modos, ya no puedes trabajar. Has tenido que ceder a los de raza aria lo que nunca hubieras querido dejar. Nos han dado dos céntimos que ya se están acabando. Deberíamos vender esta casa para seguir tirando. Yo puedo encontrar otro empleo... Márchense. Cuando haya dado sepultura a Jacob, me reuniré con ustedes.
-No te voy a dejar sola, Sarah. Te esperaremos-le dijo Joseph, aunque sabía que nun ca encontraron el cuerpo de Jacob.
Un mes más tarde, el 23 de septiembre de 1941, Hitler decidió que los judios ya no podían salir de Alemania. Estaban atrapados. La del 16 de octubre era una noche apacible de otoño y hasta se podían contar las
estrellas, porque el cielo estaba muy oscuro,pero sin nubes.Hannah no oyó el timbre, estaba absorta mirando desde su ventana y contando las estrellas por Jacob, de veinte en veinte, todas. Desde que se habían llevado a su hermano lo hacía de manera continua. Las contaba y escribe los números en un cuaderno, esperando a que Jacob volviera. Nunca se había creido la historia de la pulmonía, se acordaba muy bien de que ella se engripa todos los inviernos, pero él nunca, nunca se ponía enfermo. Jacob era más fuerte de lo que parecia.
Y si no había tenido ninguna pulmonia, entonces estaba vivo. Y debía volver.
-Hannah, ven, debemos irnos -su papá, Joseph, hablaba con voz suave, como nunca lo había oído, y tenía una expresión extraña.
Ayudó a Hannah a bajar de la ventana en que estaba sentada y la abrazó muy fuerte, como nunca lo había hecho. Todo parecía nuevo aquella noche. La ayudó a llenar ua pequeña maleta que le había regalado dos años antes, para cuando pasaban las vacaciones en el mar o en la montaña.
-No te olvides del cuaderno de las estrellas, Hannah, podrás seguir contándolas, ver... - "Verás", hubiera querido decir. "Verás, niña mía". Pero no lo hizo. Habría sido una mentira: Hannah, como Jacob, nunca volvería a contar las estrellas. Se detuvo porque no quería llorar y Hannah se habría asustado. Pensó que hubiera deseado verla crecer y hacerse adulta. Rezó para que así fuera. A pesar de todo.
Sarah había preparado la otra maleta, la grande.
-¿De verdad puedo llevarme el cuaderno de las estrellas, papá? -preguntó Hannah.
El padre y la madre no oían la voz de la niña desde hacía mucho tiempo. -Claro que puedes, Hannah -respondió su mamá
-¿Hay estrellas en el sitio al que vamos? - quiso saber la niña.
-Las encontraremos, puedes estar tranquila -le dijo su padre.
-Bien, entonces podría suceder que Jacob se reuniera con nosotros allí -concluyo Hannah poniendo el cuaderno en la maleta.
En media hora estuvieron listos: era el tiempo que la habían dado los tres hombres de la policía política de Hitler que habían venido a recogerlos para llevarlos "a un sitio en el que encontrarán a otros judíos como ustedes". Al salir de casa, vieron al hijo de los vecinos que había abierto la puerta picado por la curiosidad; su madre apenas se dignó dirigir su mirada a Sarah una mirada severa y, sin decir una sola palabra, se apresuró a cerrar la puerta. Ellos eran de raza aria.
Hannah en el fondo sabía que algún día se encontraría con Jacob en las estrellas.
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Capítulo final de la historia Hannah y Jacob.
Psdt: Muchísimas gracias por el apoyo que a recibido este libro, a continuación puedes ir a leer el primer capítulo de la tercera historia.
Deja tu estrellita al final del capítulo si te gustó esta historia.
Gracias por leer.🌿
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Las maletas de Auschwitz
Narrativa StoricaEuropa, mediados del siglo XX. De un momento a otro, las vidas de Carlo, Hannah, Jacob, Émeline y David cambiarán dramáticamente y ellos no consiguen entender por qué. Ya no pueden ir a la escuela, visitar a sus amigos ni jugar en el parque, y son h...