{Capitulo 1}

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Dominaba su mundo, era su mundo que tanto amaba,

Es el mundo donde ella controla todo. Pequeño pero satisface su comodidad. Cerrado y feo aunque para sus ojos era un reino. Nadie niega ni desprecia, todo es hermoso y perfecto en su mente.

Los sirvientes son callados y quietos, sus diferencias de aspecto y color le encantaban. Aunque ella hacia todo el trabajo de movilidad, sus siervos la escuchaba y en silencio la consolaban, no hablaban si ella no quería. Todo era a lo que ella decía.

Hay silencio en su mundo, ella no era ruidosa por lo que el lugar tampoco debía de hacerlo. Todo era pacífico y perfecto.

Todo ella lo dominaba. La hora, el día, la noche, el silencio, sus siervos y el resto del lugar. Nadie es capaz de romper su mandato. Esa es la regla, ¿y qué pasaba si nadie hacia caso? Nada porque nadie lo rompe. Ella no lo permite.

Suyo, todo suyo. Era perfecto que le aburría. Nada era nuevo, nada era lo suficientemente entretenido, todo se manejaba a lo que ella quería pero era tan fácil que no mantenía su interés

Satisfacía su comodidad más no le daba la emoción y ella no sabía que más hacer. Desconocía todo lo que no estuviera en su pequeño mundo.

No conocía el ruido, ni la desobediencia. Todo estaba para ella impecable. Y era aburrido, muy aburrido.

Tres años de lo mismo, nada cambio todo era igual. La emoción y alegría cuando desconocía todo y el éxtasis de saber que todo suyo se esfumo.

Nuevo, algo nuevo, necesitaba de algo tan nuevo que le devolviera a la emoción de antes. Oh sino morirá de la monotonía de su reino.

Nuevo, quiero algo nuevo — Deseo en voz alta, sentada en su mesa jugando con una tacita de plástico rosa; moviéndola de un lado a otro.

El ritmo de cada día era lento para su mente, o a veces llegaba a ser muy fugaz, dando como siempre el mismo resultado, lo aburrido.

Las charlas en las que ella daba más protagonismo comenzaron a volverse repetitivo y monótono. Sus siervos ya no sabían cómo entretenerla; ni con sus conversaciones lindas, tristes o incluso sueños y pesadillas profundas.

Aunque la última parte solo daba un brillo intenso en sus ojos, que duraban segundos para volver a su color original. Era raro pero cada vez que escuchaba a su conejo hablar de encantarle lo que era el sufrimiento del más débil llamaba su atención completamente.

Era tan diferente ante cualquier pensamiento del resto. El conejo sin ojo, llamado "Ojito" por aquello, no era como el otro conejo; que solo hablaba de la tragedia de no poder enorgullecer a un ser que admira. "Ojito" sentía placer al hablar de sus temas, muy al contrario del rinoceronte que aclamaba con odio y desprecio, y ni hablar del resto que sus temas que solo resumían de una vida tranquila y siempre finalizaban con una frase o alago hacia su persona.

Ese conejo era especial, porque era de alguien muy especial para ella; Alguien que rompía la perfección y, actualmente, aburrido reino. Una potencia que con solo su presencia le daba más vida y emoción a su mundo. Sabia a la perfección su nombre, recordaba completamente a detalle su apariencia y se grabó en su mente su voz; como también que le encantaba que se dirigiera a él como si fuera dios y no hombre, aunque nunca entendía esa regla.

Después de todo era el ser que le daba lo nuevo y retaba su mandato. Él decía cuando irse o quedarse, también cuando termina y empieza el día. A ella no le importaba, le seguía toda palabra sin rechistar y con alegría.

Le hacía experimentar nuevas emociones, sensaciones, olores, colores y conocimientos. Era el ser más poderoso y admirable que ella conoció.

Al recordar su imagen seria y amarga, sus mejillas se sonrojaron y dio vueltas con una emoción. Alegría, no podía ser más feliz de poder verlo y tocarlo con descaro. Aunque ahora no estuviera en ese momento, de solo tenerlo en su mente ya era más que suficiente.

Padre Primerizo [Fumus y Notte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora