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[Kim Taehyung, 20 años — Jeon Jungkook, 19 años.]

(2016)


Los ojos marrones se abren poco a poco, fastidiados por el ligero paso de luz que atraviesa las cortinas de la habitación. Jungkook parpadea un poco desorientado, esperando que su visión fuera menos borrosa con el paso de los segundos y, cuando el rostro sereno de Taehyung se exhibe cerca de él tan claro como el agua, su corazón late atolondrado.

Retiene el aire en sus pulmones con el pensamiento de que su respiración llegaría a molestarlo, pero sabe de antemano que, de ser así, el mayor se habría alejado. Traga saliva y deja reposar la cabeza sobre la almohada, dirigiendo toda su atención al muchacho que duerme tranquilo a unos centímetros de distancia.

Admira el brillo de su piel oliva, la divina curva en el final de sus pestañas y cuenta cada uno de los lunares que adornan lugares específicos. Jeon acerca sus dedos a la frente del contrario, despejándola de algunos mechones rebeldes con suavidad.

Tan pronto tiene el perfil del muchacho más detallado, siente que un nudo se le forma en la garganta producto del nerviosismo. Acaricia su mejilla con el dedo pulgar, deleitándose por la calidez que la zona desprendía. Suspira. ¿Cómo no hacerlo? Si Kim Taehyung es el hombre más hermoso de toda la humanidad.

Y se maldice a sí mismo por pensar de esa manera, porque habiendo sido rivales desde hace 3 años, no se supondría que sus latidos se desestabilizaran cuando el pelinegro apareciera en su campo de visión. Lo odia, se ha esforzado por pensar de esa manera, pero le es imposible no sentir la necesidad de tenerlo a como dé lugar.

Tenerlo sólo para él. Que quien le robe las sonrisas y el enojo, sea únicamente él.

Sí, quizás era un egoísta, pero Taehyung era la primera y única persona que no lo trató diferente por ser haber crecido en un orfanato; al contrario, respondió a todas sus bromas e insultos incluso luego de saberlo. No fingió ser alguien que no era y mucho menos trató de ser su amigo por pena. Y para él, quien había soportado ese interés superficial por parte de las personas desde que tenía memoria, fue imposible no sentirse cautivado.

Sin embargo, con el paso de los primeros meses en la secundaria, Jungkook pudo darse cuenta de algo: Kim era un idiota. Un idiota que era el centro de atención de toda la escuela, que continuamente recibía declaraciones y salía con centenares de personas a diario. Un idiota que no se daba cuenta de todo lo que provocaba en él.

Y sí, le molestaba verlo coquetear por los pasillos y campos, verlo con un brazo rodeando los hombros de chicas bonitas o acorralando a chicos tontos contra la pared en medio de una conversación. Le molestaba lo suficiente como para lanzarle lo primero que veía o ir directamente a su encuentro para empujarlo.

Puede que las llamadas a dirección, al final, si eran más que nada culpa suya.

Si miraba hacia atrás, algunas veces no sentía que hubiera pasado el tiempo así de rápido —y de esa manera—. Luego de esa mañana donde el entrenador tuvo que intervenir para separarlos, Taehyung había desaparecido sin dejar rastro. Incluso luego del beso, él solo se había cambiado de escuela sin dar explicación. Todavía es sorprendente recordar las infinitas sensaciones con las que tuvo que lidiar esa misma noche, pero mentiría si dijera que hoy en día no es igual.

Porque así pasaran 3, 5 o 10 años, Jeon Jungkook estaba seguro que los labios del mayor eran el dulce prohibido que nunca se cansaría de probar.

Amor u odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora