|| Uno ||

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Aviso.

Como está dicho en la descripción, esta historia tiene contenido chico x chico. Está bajo su responsabilidad leerlo.

Si no te gusta la temática, te invito a no leerlo. Si te gusta, bienvenida/o.

Historia basada en la saga de Harry Potter de J.K. Rowling... y en la biblia, supongo.


♣ ♣ ♣ ♣


Cuando Dios hizo a los dinosaurios, realmente pensó que ésa sería una de sus mejores creaciones. Había de todos los colores y tamaños, estaba orgulloso de eso, más cuando el encargado de cuidar a sus pequeñas criaturas era su amigo más cercano.

Se acercó a Lucifer cuando éste le estaba arreglando un ala a un preondactylus, el cual se lastimó cuando intentó saltar al mundo, afortunadamente el ojirojo lo había visto y salvado, llamando a Dios para que le ayudara.

—Pobre criatura —susurró el ojiverde acariciando a una de sus creaciones—, todavía no ha nacido y ya se lastimó...

—Bueno, el pequeño será muy travieso —declaró Lucifer sonriendo—, de eso estoy seguro.

Dios se rió y sólo le costó una ligera caricia en el ala del dinosaurio para que ésta se arreglara.

—Debería irse lo más pronto posible a conocer a su madre —dijo Dios, sonriendo cuando el preondactylus le dio un cariñoso mordisco a su mano, pidiéndole que le siguiera acariciando.

—En seguida, mi Señor.

Y, tras decir eso, Lucifer se fue.

Dios se le quedó viendo alejarse, sonriendo al ver en lo que se estaba convirtiendo ese joven ángel, cada día llenaba más su orgullo.

Lucifer era un joven hermoso (como todos sus ángeles), pero su belleza iba más allá de la corporal, con una inteligencia y astucia infinita había logrado posicionarse en un lugar cercano a Dios hasta que, después de unos días, se hicieran amigos.

Con el paso del tiempo, Dios se había dado cuenta de los peculiares ojos rojos que lo caracterizaba y de la asombrosa sonrisa que podría crear.

No tuvieron que pasar años para que el ojiverde le empezara a tener un cariño especial al joven.

Su mente se llenó de él, de sus ojos, de su gracia al camina, su postura, sus grandes alas blancas, de su gran altura... pero, sobre todo, de la luz que parecían emanar sus ojos cada vez que estaba con él.

No por algo le pusieron Lucifer, el portador de luz.

Negó con la cabeza cuando la figura desapareció por la lejanía y miró hacia abajo. La tierra era un hermoso lugar, pero aterrador. Ahí sufrías, ahí conocías todos los males y pecados existentes... oh, bueno.

Volvió a mirar hacia la dirección donde había desaparecido Lucifer.

Tal vez, no sólo la tierra poseía ese don de oscuridad. Tal vez también el cielo, porque, cada que miraba a ese hermoso joven, le entraba tanto amor a sus sistema que no podía ser más que algo inusual. Algo oscuro.

♣♣♣♣


—Mi Señor —llamó Lucifer entrando a sus habitaciones, Dios miró al más alto mientras se ponía una de sus prendas—, Uriel ha predicho una reacción en cadena de los volcanes...

—Lo sé, lo sentí, ya mandé a una guardia para detener las erupciones —contestó sonriendo, antes de darse media vuelta y enseñarle su espalda al de ojos carmín—. ¿Me ayudas a abrochar mi collar?

Alas caídasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora