|| Tres ||

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Dios amaba a todos sus hijos, pero James y Lily llegaron a abrirse un espacio especial en su corazón.

Sabían que no era un niño como los otros y lo apoyaron aún con eso. Clases privadas, tutores, libros, juguetes... Aunque, bueno, su libro favorito era La Biblia, al ojiverde le daba gracia cómo habían interpretado todo.

¿Mandar a su hijo? Por todos sus ángeles, había mandado a Miguel... Bueno, sí, el jefe de la guardia celestial solía ser muy dramático cuando se lo proponía.

¿Pecados capitales? Sí, bueno, no te confinaba directamente al infierno (lugar que, hasta ahora había descubierto, tal vez su Lucifer se encontraba allí), los pecados capitales eran las reglas básicas para sus ángeles y, aún con eso, había claras excepciones aprobadas por todos sus arcángeles.

¿Desaprobar la homosexualidad? Sí, Harry (como le pusieron sus padres) estaba muy seguro que a sus creaciones les daría un pequeño paro cardíaco si vieran cómo se había besado con Lucifer y, aunque éste no tiene un género específico, básicamente eran iguales. Un homosexual en toda la palabra.

Habían tantas cosas mal... Su madre casi se muere del susto cuando le comentó que la mayoría en ese libro estaba mal, le contó las cosas como era, pero, claro, sólo lo tomó como parte de la imaginación de su hijo.

James... James Potter le había lanzado una mirada curiosa, algo le decía que su padre sí le creía, pero que no debían hablarlo frente a la pelirroja.

Le creía porque, sobre todo, sus hermosos ángeles solían ayudarlo cuando tenía problemas (su madre le decía que era la suerte Potter el meterse a un problema y saber salvarse), Harry sabía que era su mala suerte y los buenos cuidados de sus hijos.

Ese día era su cumpleaños número once. Once años que había estado buscando a Lucifer, no que pudiera hacer mucho siendo un bebé, pero expandía su magia para poder lograr encontrarlo.

Había ocasiones que podía sentirlo cerca, pero nunca había estado lo suficiente como para poder verlo. Vaya que necesitaba verlo.

Suspiró y fue a la cocina, donde le esperaba su mamá con un gran pastel en la mesa.

—Pero si ya despertó el cumpleañero —murmuró su madre sonriendo.

Desde la sala se escuchó ruido y se rio cuando su padrino y su padre de pelearon por ser quien lo abrazaba más.

—Crecen tan rápido. —Era lo único que escuchaba entre todos los murmullos que daban.

Poco después, unas manos los alejaron y pudo ver a Remus Lupin, quien le rodeó entre sus brazos felicitándolo.

Harry era feliz en esa familia, pero a veces extrañaba a sus ángeles. Tal vez era una de las cosas negativas en seguir poseyendo sus antiguos recuerdos, pero realmente no quería despojar a alguien de ellos y, tal parecía, gracias a ello sus hijos se habían encargado de dar a conocer la historia de Dios en la tierra...

Aunque sus humanos malinterpretaron mucho de estas historias, Harry no podía estar más que agradecido con sus ángeles por querer transmitir algo de él.

Se sentaron a comer, James y Sirius abuchearon cuando su madre les sirvió un plato lleno de comida en vez del delicioso pastel que ella misma había cocinado. Remus y Harry sólo agradecieron los alimentos.

No duraron mucho comiendo cuando un piqueteo se escuchó en la ventana y, cuando volteó a inspeccionar, logró diferenciar la carta que estaba en el pico de la lechuza.

Se levantó con un pedazo de pan en mano, abrió dicha ventana para agarrar su carta y le dejó el pan con tranquilidad. Sería muy obvio decir que James y Sirius festejaron gritando cuando Harry les mostró su carta. Fue Remus quien comentó sobre la idea al Callejón Diagon. Su madre estuvo de acuerdo y se pusieron a hacer planes de cuándo ir y a qué hora sería el mejor momento.

Alas caídasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora