Capítulo 8

20 1 0
                                    

Daniela Pardo

Tarda unos segundos en responder

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tarda unos segundos en responder.

Y entonces lo veo asomarse con una mueca de incredulidad, para después sonreír levemente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Y entonces lo veo asomarse con una mueca de incredulidad, para después sonreír levemente. Desde hace ya varias semanas no he podido obtener una sonrisa real de su parte, y no lo culpo. Las razones sobraban.

—¿Qué haces aquí, Dan? —pregunta sin salir de su asombro—. Son las 2 de la mañana. ¿Alguien sabe que viniste?

—Claro que no —respondo haciendo una mueca—. Mis padres me matarían y Bel probablemente me daría el discurso del siglo sobre por qué es peligroso, pero no me importa. Necesitaba verte.

—Me alegra que estés aquí —dice con voz neutra, aunque sé que tiene mucho más para decir.

—Bueno, a mí también me alegra verte, pero sería bueno que ahora dejaras caer tu largo cabello dorado, mi amada Rapunzel —bromeo, haciendo que vuelva a darme esa sonrisa torcida a la que me estoy empezando a acostumbrar.

Después de todo lo que ha pasado no pretendo hacer que lo olvidemos, pero sé que tarde o temprano tendremos que seguir adelante. Y quiero que Andrew entienda que cuando se sienta listo de dar ese paso, seguiré a su lado. Siempre que me necesite seguiré aquí, y me he propuesto como meta personal ser la causante de darle leves momentos agradables en medio de tantos problemas y tristeza.

Andrew deja caer la escalera y yo aseguro mi abrigo para empezar a subir hasta su balcón. Es una escalera de cuerda, por lo que con cada movimiento siento que podría caer hacia atrás, pero lo cierto es que Andrew y yo tenemos cierta experiencia en esto. En mi cuarto guardo una igual a esta.

Cuando llego arriba me sorprende con un fuerte abrazo que, de no ser por la baranda que nos separa del vacío, nos habría hecho caer hacia su jardín trasero.

—¿Y esto por qué? —pregunto mientras seguimos abrazados.

—No han sido días sencillos —responde escondiendo su rostro en mi cuello—. Tenerte aquí, así, hace que todo se sienta un poco más llevadero. No sabía que te necesitaba tanto hasta que te vi ahí abajo, luciendo tan preciosa en ese pijama.

NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora