Capítulo II

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Seré más que una fábula,
estaré escrito en las estrellas.

— The Glory, The Score.

Desgraciadamente para Katsuki, los pensamientos se arremolinaban como peces hambrientos en su mente, cada uno de ellos más desalentador que el anterior

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Desgraciadamente para Katsuki, los pensamientos se arremolinaban como peces hambrientos en su mente, cada uno de ellos más desalentador que el anterior.

Frustrado y enojado consigo mismo, llevó su mano al pecho y arrancó la camisa que llevaba puesta de un tirón. Caminando hacia la gran cama tomó las dos dagas que portaba en sus costados y las dejo rebotar sobre el colchón, reprimió el impulso de tomar una de ellas entre sus manos y clavarla con furia contra la cama o el respaldo de madera.

— Carajo — susurró.

Sus ojos escarlatas terminaron posando sobre el maniquí en el que colgaba su gran capa roja, la ira por fin explotó sobre su pecho; y en solo tres grandes zancadas estuvo frente a ella y de un golpe hizo que callera al suelo, haciendo que un gran estruendo se escuchara por toda la habitación, ni siquiera eso fue suficiente para calmar su furia. Sin pensarlo, comenzó a derribar todo aquello que sus ojos captaban, primero comenzó con los jarrones de la habitación, después lo hicieron las sillas y cuando la ira lo cegó por completo....el espejo de su madre ya se encontraba hecho añicos en el suelo.

— Mierda, mierda, mierda.

Terminó cayendo de rodillas al suelo sobre los pedazos de vidrio, ni siquiera el dolor de sus rodillas siendo rasgadas por el filo de estos le hizo cambiar su expresión desolada. Con manos temblorosas recogió uno de los pedazos y lo sostuvo cerca de su rostro.

— Madre.

Por un momento, la imagen de su madre se reflejo en el espejo, para cuando parpadeó sólo sus ojos escarlatas le devolvieron la mirada, ojos tristes y asustados.

***

Era pasada la media noche cuando despertó sobre su cama.

La oscuridad de su cuarto le hizo darse cuenta de lo tarde que era, si tan solo su estómago no rugiera en busca de comida, seguiría durmiendo hasta el amanecer. Con un gruñido se levantó de un salto de la cama y salió del dormitorio.

Los pasillos estaban oscuros y solos, desde hace mucho se había asegurado de no tener guardias haciendo guardia fuera de su puerta, lo ponían nervioso y no había necesidad de que lo cuidaran, él sabía cuidarse muy bien, no por nada dormía con una de sus dagas debajo de la almohada.

Cuando llegó al final del pasillo se acercó a la gran pintura que adornaba la pared y la hizo a un lado; frente a el, otro pasillo oscuro y estrecho se presentó. Lo había descubierto varios años atrás, de esas veces que jugaba con Shinsou a las escondidas en cada rincón del castillo.

Al adentrarse por completo en el pasillo volvió a acomodar el cuadro y quedó en penumbras, camino a paso rápido por un par de minutos en completa oscuridad, el pasillo era completamente recto así que no existía el temor de perderse. Siguió caminando hasta que se topó con la puerta que indicaba el final de su ruta, la abrio y aparecio en el almacén de la cocina; al descubrir este pasadizo había aprovechado para poder robar dulces por las noches sin que nadie se diera cuenta, quizás, este era uno de los pocos que no había compartido con nadie.

El príncipe perdido y las tres estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora