Capítulo 3

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En los tres días siguientes, Felix y su madre, Helen, no me dejaron solo mucho tiempo, lo que les agradecí, porque así no me daba mucho tiempo de pensar. Habíamos ido de compras y sé que el omega pelirrosa se extrañó demasiado por mi repentino cambio en el estilo de vestimenta. Sobre todo hizo comentarios sorprendidos cuando entré a una tienda de deporte y me llevé cinco pantalones, seis camisas deportivas y unas zapatillas especiales de asfalto y fitness. También aproveché y compré unas vendas elásticas protectoras de muñecas y nudillos. No estaba seguro de donde iba a conseguir un saco de boxeo pero cuando lo encontrara, les daría uso.

Las tardes pasaron amenas y entretenidas, las clases intensivas para mi retorno al mundo laboral no descansaron. Después del cuarto día ya me sentía lo bastante seguro como para llamar a la empresa y decir que me incorporaría la semana siguiente. 

En las noches me había acostumbrado a poner la pista de piano de mi colección personal mientras investigaba más sobre mí mismo.

Jisung era un niño muy vivo. Por lo menos hasta hacía más o menos un año. Antes de eso subía fotos en las redes cada tantos días y compartía su vida con sus seguidores y amigos en las history. Hace un año aproximadamente parecía estar demasiado ocupado como para dedicarle tiempo a las redes. Tenía mensajes en Twitter e instagram donde amigos le decían que si estaba bien y que si necesitaba hablar, que podía contar con ellos. Pero nunca habló con nadie. 

Solo Hubieron tres ocasiones en las que le pidió ver a Felix. Pero nada quedó registrado en su teléfono. Eso me preocupó más que nada. 

¿De qué se estaba escondiendo este pajarillo? 

No era estúpido, una ligera idea me hacía pero no quería ser dramático, a lo mejor y simplemente estaba pasando por una mala época en su vida.

Ese fin de semana Felix trajo a baby a la casa. Pero supongo que el instinto animal es impresionante. Nada más verme me olisqueó la mano y me bufó. Luego se fue a algún lado del apartamento donde se durmió. Felix me tranquilizó diciéndome que hacía mucho que no me veía, que no me preocupara. Pero yo sabía que no era eso lo que pasaba. No me preocupaba, lo cuidaría como si fuera mío. 

Sería como compartir piso, pensé. 

Esa noche traté de acariciarlo y me bufó y sacó las garras. Los animales eran muy inteligentes, sabía que yo no era su dueño. Aún así traté de ganarme su cariño, le hice una especie de maraña de hilos y lo até a un palito tal como si fuera una caña de pescar y la dejé en un lugar donde pudiera llegar y tuviera intimidad. Al principio parecía ignorarlo pero más de una vez lo había pillado jugando con él en el suelo mientras yo estaba a otra cosa.

El lunes por la mañana temprano me calcé mi nueva ropa deportiva y salí a recorrer el barrio en un trote suave. Obviamente no pude mantener un paso moderado ni por diez minutos, pero no me desmotivé. Poco a poco. 

Hacía cuatro meses que estaba en coma y lo más probable era que Jisung ignorara el deporte hasta hoy.

Por lo que tenía entendido, los omegas no eran muy fanáticos del deporte pero hacían lo mínimo para mantenerse sanos y bellos.

Esa mañana me sorprendió ver en el parque a bastantes deportistas, sobre todo alfas y betas, pero habían algunas parejas de omegas que hacían que se ejercitaban mientras observaban de cerca los ejercicios de los otros alfas y betas en el gimnasio al aire libre.

No pude evitar pensar que eso jamás me había pasado a mí. Lo que hacían los omegas era algo normal y sin embargo, pensé que nunca me había quedado embelesado mirando a nadie hacer deporte. Para mí, el entrenamiento no era algo por lo que disfrutar, admirar o buscar fallos, algo que te diera ventaja sobre el adversario o observar para mejorar uno mismo, sí. Pero nunca algo como lo que hacían aquellos omegas que tenían las mejillas rojas y se abanicaban acalorados. 

En otra piel ||Minsung|| OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora