Dia 2. Mitología

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 Ocultos en el firmamento, infinitos en el universo

Las grandes epopeyas no comienzan con un "había una vez", pero la siguiente historia es tan conmovedora que podría equipararse fácilmente a un cuento de hadas, con la variante de la ubicación: en algún lugar de Micenas, ocultos en el firmamento, pero infinitos en el universo. Ahí vivían el valeroso Caspian  y Edmund, el justo, en un sitio que más tarde podría definirse como una villa. Sin embargo, sus vidas eran tan paralelas, que de no ser porque las estrellas guardan su recuerdo, nadie podría conocerlos o, bien, creer que algo similar sucedió.

Y es que cuentan los ancestros que, hasta el día en el cual sus caminos se entrelazaron por mera casualidad de los dioses (algunos lo atribuyen a las travesuras de Eros) cual tallos de rosas, estos desconocían sus propias moiras. Pero, contrario a lo que podrían creer después de todo lo anterior, no basto un vistazo para enamorarse, como a Narciso le bastó ver su reflejo una sola ocasión. Nada más alejado de la realidad, pues sus miradas se encontraron segundos antes de que el valeroso Caspian se embarcara en dirección a Troya, llevándose consigo un par de ojos castaños y un abrumante anhelo por regresar.

Los años pasaron, los hombres murieron, las desgracias se hicieron conocidas en todos los lares de Grecia. Pero nadie podía certificar la veracidad de lo que se contaba o el número de muertos que osaban compartir. Aspectos que a Edmund, por mucho que su madre lo exhortase a tener presente, lo traían sin cuidado, o eso intentaba aparentar. Por supuesto que, al primer atraco de un barco repleto de sobrevivientes, su mentira fue depositada junto a Hades en el inframundo.

Corrió sin vacilación a la orilla del mar, con la respiración agitada y los hombros subiendo y bajando. Buscaba con recelo la piel olivácea y el cabello castaño enmarañado, encontrándolos al mismo tiempo acompañados de una barba incipiente. Entonces, sin previo aviso, cálidas sonrisas dieron cartas de presentación. Sin amarse, pero reconociéndose. Como si la vida fuese corta para mostrar desinterés, firmando su "felices para siempre", como una recompensa casi impensable. Un regalo de los dioses, una historia similar a la de Patroclo y Aquiles pero sin tragedia, un amor que floreció sin esperar, pero destinado a florecer. Donde los años solo se llevaron sus cuerpos, dejando intacta la memoria de aquellos que los conocieron y las constelaciones para aquellos que saben dónde buscar.

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Despertar [Drabbles & One-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora