3. Amistades.

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¡Hola! Nuevamente me da gusto que te des la oportunidad de seguir conociéndome.

Sé que esperas que comience a contarte cómo conocí a cierto chico de ojos cafés que me ayudó tanto a entender lo que es la vida. Pero antes de contarte sobre él, debo de contarte un poco más sobre mí.

Sino me equivoco, lo último que te conté fue sobre Victor. Quisiera contarte qué fue lo que sucedió después de eso.

[...]

Mamá supo perfectamente todo aquello que sentía por Victor.

No me preguntó nada más. No me preguntó mi orientación, en qué momento me habían empezado a gustar los niños, cómo lo había descubierto. Nada.

Simplemente me había abrazado y me había hecho sentir lo orgullosa que estaba de mí.

Quisiera decirte que después de eso, todo fue sencillo. Pero no. La triste verdad es que nada fue sencillo.

Los últimos meses de tercero de secundaria, fueron un asco. Aparentar que todo estaba bien cuando ya no podía más con el dolor que estaba enfrentando.

Hacer como que lo que había sentido por Victor, nunca había pasado. Fingir que nada me dolía para no preocupar a mamá. Escuchar las constantes quejas de papá y no poder hacer nada por miedo.

¿Desde cuándo todo el amor y admiración que sentía por aquel hombre, se había transformado en un rencor y miedo tan grande?

Recuerdo el último día de vacaciones de ese año. Listo para entrar a preparatoria y enfrentarme a una nueva etapa.

Recuerdo haberme visto en el espejo y suplicarme a mí mismo ser fuerte. Tenía que aparentar que lo era.

Al principio fue difícil. La preparatoria era una nueva etapa a la cual le tenía tanto miedo. Pero poco a poco eso fue desapareciendo.

El hacer amigos, fue más fácil de lo que pensé. Pero si tan solo hubiera sabido qué tipo de amigos estaba haciendo.

Comencé a juntarme con tres chicos. Julio, Christian y Jesús.

Tres chicos que al principio se miraban inofensivos. Pero poco a poco fui conociéndolos.

Julio era el "capitán" del grupo, por así decirlo. Era un chico con problemas de ira y alcohol.

Christian era la mano derecha de Julio. Siempre haciendo lo que su amigo decía para quedar bien con él. Hijo de padres divorciados y fanático del cigarrillo.

Y por último, Jesús. El "bufón" del grupo. Tristemente Jesús estaba muy metido en un problema con las drogas a pesar de solo tener dieciséis años.

Al principio todo era divertido. Nos reuníamos en la casa de Christian todos los viernes y solo era verlos a todos meterse en sus vicios.

Mamá se molestaba un poco cuando llegaba tarde, pero papá se enorgullecía de que su "hijo adorado" tuviera amigos. Mis notas en la escuela no eran excelentes, pero tampoco malas. Los chicos siempre eran los problemáticos del salón pero siempre encontraba la manera de librarme de los castigos de la profesora.

Aunque sabía que no eran una buena compañía, en ese momento me sentía cómodo. Sentía que tenía un lugar. Me sentía tranquilo al saber que no era el único jodido a esa edad. Que alguien más me podía entender.

Me llevaba muy bien con los tres. Más con Jesús. Siempre se reía y me contagiaba de su alegría. Aunque sabía que la mayoría de las veces, se reía por el efecto de las drogas en su cuerpo.

Oscuro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora