—Sr Kudaibergen, luce estresado ¿Le sirvo algo de beber?
—Ehm, no, no es necesario. Gracias.
—De acuerdo.
—Serena, ¿puedo preguntarte algo de índole personal?
—Claro —dijo sonriendo— por supuesto que puede.
— ¿Alguna vez te enamoraste perdidamente de alguien?
—Si… cuando era un poco más joven —dijo reflexionando— de hecho él fue alguien muy importante para mí. Ni siquiera tuve que verlo en persona la primera vez para saber que me había enamorado. Luego me dieron la oportunidad de hacer una pasantía en una empresa en donde él trabajaba. Por supuesto me emocionó mucho y fue una experiencia inolvidable. Pero no lo he vuelto a ver.
—Oh ¿Y él te correspondió?
—Me hubiera gustado que siquiera lo supiera lo que yo sentía. Incluso creo que jamás se imaginó lo importante que fue para mi.
—Eso suena bastante mal. Lo lamento mucho….
—No, está bien. Ya duele menos. El fracaso es parte de la vida y hay que aprender a vivir con el.
—Disculpa por seguir indagando, pero ¿Por qué razón nunca le confesaste? ¿Temíste que te rechazara?
—En parte sí. Pero mi mayor problema fue que éramos de mundos diferentes. Yo era una suertuda por hacer esa pasantía en una zona de ricos. Pero mi familia era relativamente pobre.
—Eso jamás me ha parecido un obstáculo. Todo depende de la auto superación.
—Usted lo dice porque tiene una ventaja. Su talento le da una ventaja sobre personas como nosotros. Usted pudo surgir con facilidad, a mí me costó demasiado. Y cuando lo logré ya era tarde. —afirmó.
—¿No te da curiosidad saber cómo le va? ¿Quizás buscarlo ahora?
—No me atrevería a mirarlo a los ojos. No podría.
—¿Por qué? —preguntó curioso.
—Porque una cadena de circunstancias me obligaron a lastimarlo.
—¿A lastimarlo? No lo entiendo.
—Lo perjudiqué por dinero. Necesitaba pagar la universidad y él tenía enemigos dispuestos a dármelo con tal de causarle daño permanente. -suspiró- Fui una tonta y una mala persona.
Dimash se estremeció. Prefirió no seguir preguntando.
—Sé que le decepciona escuchar eso de mí. Incluso puede que lo asuste. No lo culpo. Pero me ví en la obligación de ser honesta.
—Me parece bien eso. Todos hemos hecho algo malo en momentos de desesperación. Aunque eso no justifica nada, es comprensible.
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