El patéticismo se desorrolla con la edad.

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Patético. Realmente patético.

Cuando ya no sabes qué hacer.

Cuando ya no sabes qué pensar.

Cuando ya no sabes cómo seguir.

Son tantas cosas que forman el bache que parece solo una, sin forma, sin razón. Se ha convertido en un malestar que no consigo quitarme de encima.

Tiene miles de procedencias, tiene miles de historias, tiene miles de rutas y miles de finales. Pero están estancados, estancados en mi corazón, formando uno solo, haciéndome sufrir.

¿Hablar?

Hay tanto que no sabría por dónde empezar.

¿Llorar?

Si empiezo no pararía.

Llevo tanto tiempo guardándomelo para mi que ahora no se cómo dejarlo salir. No se cómo hablarlo.

Ese es el problema. No es que no quiera, es que no sé.

Qué patético.

Yo que siempre me consideré fuerte, aquella capaz de aguantar todo, aquella que servía de bote a los que se hundían y faro a los que veían las cosas borrosas, no me di cuenta que quien más hundida y perdida estaba era yo.

Levanté aquella coraza hace tantos años y ahora es tan grande que no se qué hacer para salvarla. No se cómo romperla, porque cada vez que lo intento, cada vez que noto que se resquebraja, me fallan, me hieren y la coraza se hace más fuerte.

Solo hay un punto débil, algo que ella no puede proteger. Es un pequeño resquicio pero es fatal, mi corazón está a la vista.

Soy tan hipócrita y patética que me da risa.


En el corazón de D. WalkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora