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Joaquín. Joaquín. Joaquín.

Emilio no podía dormir, ese nombre revoloteaba entre sus pensamientos desde hace horas, miraba el techo aburrido como si fuera la mas interesante que hubiese visto nunca, pero ese rostro aparecía como si nada, tan cerca del suyo, incluso sintiendo su acelerada respiración mezclándose con la suya, apunto de...

—¿Emilio? —la puerta fue abierta interrumpiendo su momento de crisis y simplemente se sentó, desvió la mirada y se cruzo de brazos. —Voy a regresar al trabajo hijo, ¿te encuentras bien?

—Si. —respondió sin mas, pero escuchó una risa proveniente de su madre lo que provoco que encarnara una ceja. —¿Qué?

—Te sientes solo. ¿Extrañas a Joaquín, verdad? —eso le provoco un mar de sensaciones en el estómago a la mención de aquel nombre que efectivamente, no salía de sus pensamientos. —Sabes que solamente será una semana, ¿puedes aguantar verdad? —bromeo esperando cualquier reacción nerviosa por parte de su hijo.

—¿De qué hablas? Claro que si, es como un descanso para mi. —espetó mientras miraba hacia la ventana donde se topo con su habitación.

—Emilio. —el rizado emitió un sonido en modo de respuesta. —Nunca es bueno reprimirse, sobre todo si se trata de tus verdaderos sentimientos; soy tu madre y se a la perfección como te sientes, así que precisamente por eso necesitas pensar lo que en verdad estas haciendo. Conoces a Joaquín desde toda la vida, aún recuerdo cuando era tan solo un bebé y ya se encontraba detrás de ti, su llanto no se calmaba con nada, solamente con tu presencia. Se que al menos recuerdas un poco de esos días, eras un gruñón de pequeño pero no solo el disfrutaba de la compañía, tus expresiones decían algo completamente contario. —suspiro. —Muy en el fondo sabes que ese cuento de mejores amigos no te lo crees ni tu.
Intenta que estos días de su ausencia sean como un verdadero descanso, uno en el que tengas la oportunidad de darte cuenta de lo que en verdad quieres, sino, alejar a Joaquín de una vez por todas, decirle que no estas interesado y poner tus propios límites. Es tu decisión.

Emilio se quedó prácticamente mudo, escuchando cada palabra que salía de la boca de su madre a pesar de que aparentaba que no era así, pero su mente era un completo desastre, no se permitía aceptarlo, a pesar de que supiera que era toda la maldita verdad.

Su vida desde pequeño había sido dura, al morir su padre cuando apenas tenia dos años y vivir sin un recuerdo suyo era doloroso, su madre casi nunca estaba en casa debido a su trabajo de mantenerlos a ambos y además era hijo único por lo que no tenia mas compañía.
Joaquín fue prácticamente un milagro para él, lo conocía desde que había nacido, recordaba lo pequeño y adorable que lucia, y aquella imagen seguía presente en su memoria siempre que se encontraba observándolo cuando pasaban ratos a solas. Su obsesión por reprimir sus sentimientos ante todos lo obligaban a creer que no merecía el cariño que le brindaba Joaquín, aquel niño terco no se rendija por nada del mundo al perseguirlo a todas partes, al enviarle mensajes a cada hora para saber su estado, incluso cuidarlo cuando pescaba un simple resfriado, se preocupaba incluso mas que su propia madre, y eso lo confundía.

—Bueno, tengo que irme, te dejé tu cena abajo, regresaré por la mañana. —expreso la mujer mientras se acercaba a plantar un beso en la cabeza de su hijo y finalmente cerraba la puerta de la habitación.

Emilio continuo en silencio, recordando cada momento vivido con Joaquín como si fuese lo mas preciado para él, era parte de su vida, y lo quisiera o no también de su corazón.

Suspiro resignado y se dispuso a subir al techo, hacia un hermoso atardecer en el exterior y no tenia nada mas que hacer, la vida sin Joaquín para él era aburrida, a pesar de que era fastidioso en algunas ocasiones le apreciaba, y además era su único amigo.

Por su mente cruzo un escenario similar al de ahora pero hace cuatro años, ambos se encontraban divisando el horizonte en silencio, Joaquín acariciaba los nudillos de Emilio con delicadeza mientras recargaba su cabeza en su hombro, ambos se sentían plenos y a pesar de que el rizado no lo demostrara se sentía bien.

—¿Emi? —lo miró —Te quiero mucho.

Emilio trago pesado al verlo tan cerca, con los pocos rayos de luz que quedaban pegándole en el rostro haciéndolo lucir hermoso, se perdió en aquella mirada profunda que le brindaba, y por primera vez en toda su vida se sintió vulnerable ante él.

Miró sus labios que pronto ya se encontraban sobre los suyos, el rizado no protesto pero tampoco correspondió, los ojos del menor se cerraron disfrutando de aquel anhelado rocé que llevaba esperando toda la vida, mientras que Emilio solamente se quedo mirando su rostro, con sus labios quietos y el corazón golpeando su pecho con fuerza; era su primer beso al igual que el de Joaquín, y se sentía flotando, quería corresponderle, pero simplemente no podía.

Emilio sacudió su cabeza alejando aquel recuerdo que lo hacia sentir demasiadas cosas, las emociones habían comenzado a abrumarlo desde hacia semanas, y pensar en su primer beso con Joaquín no era precisamente su idea de relajarse, de hecho era todo lo contrario, se sentía inquieto, con ganas de volver a probar aquellos labios que solamente el había tenido la oportunidad de disfrutar.

Su teléfono vibro en su bolsillo rompiendo de nuevo sus pensamientos y no dudo en observar de quien se trataba.

"Hola Emi, se que no te he escrito en todo el día pero he estado algo ocupado planeando un par de cosas para ti porque te extraño. Ten una gran noche y no olvides que te amo, mucho."

Emilio se quedó mirando el aparato entre sus manos y suspiro ante lo que estaba apunto de hacer.
Marcó el número de Joaquín y espero paciente a que contestará.

—¿Qué pasa? —cuestiono el menor al otro lado de la línea adormilado y con cierta confusión. Emilio apretó los labios y después lo dijo.

—Yo también te amo. —susurro y simplemente colgó.

Lover Of Mine [Emiliaco] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora