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—¡ERES TU MALDITO IMBECIL!—

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—¡ERES TU MALDITO IMBECIL!—

Sintió como todo a su alrededor cayó.

Explotando.

Colicionando

Cayendo de mil maneras.

Su cuerpo se paralizó.

Sus pulmones rechazando el oxígeno.

El frío calo sus huesos.

Sus manos temblaron

Y su corazón solo quiso dejar de existir.

Queriendo huir de allí.

—¿Qué...?— musitó apenas con aquel ahogante nudo en su garganta.

Observo como los ojos de su compañera lo evitaban, arrepintiendo se de haber dicho aquellas palabras. Sus manos temblaron y se sintió jadear por un momento.

Toda acción, tiene un castigo.

¿Acaso será este el suyo?

Ochako estaba muriendo por él.

¿Desde cuándo tú corazón agonizó?

¿Desde cuándo sus manos se hundieron en sangre?

¿Desde cuándo no sabía cómo sentirse?

Tomo asiento cuando sintió que su fuerza lo abandonó, mareado y tratando de no ahogarse con su propia respiración, escuchando como su corazón ausente solo dejaba aquel frío silencio.

Arrastrando los a una brecha a la que no estaban preparados.

—Quitalas— ordenó.

Sus ojos ardieron

Y su corazón se retorció en su lugar.

¿Porque amar era tan destructor?

—No lo haré— Apretó sus manos en el cobertor color blanco, sentía que las lágrimas quemaban en sus mejillas.

¿No te importaría morir por amor?

¿No te importa consumir te por no ser correspondida?

¿Arder hasta los cimientos?

—¡VAS A MORIR, MALDITA SEA!— aquel grito había sido desgarrador para ambos.

Porque ellos lo sabían.

Porque sus corazones dolían.

Porque ellos ya estaban ardiendo y nada sobreviviría.

—¡VAS A MORIR POR MI CULPA OCHAKO!— Alzó la voz mientras está se rompía tratando de hacerla entrar en razón.

La culpa te retuerce.

Y cada vez la sangre en tus manos se resbala.

—Es mi decisión Bakugou— Ochako dirigió su mirada chocolate y sintió que todo el aire en sus pulmones pesaba, asfixiandose. Pudo observar como los ojos rubíes estaban confundidos, desprendiendo tantas emociones que la adolecian.

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