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Su cuerpo estaba tiritando por el cansancio que se albergaba en ella mientras su boca bebía rápidamente agua para refrescarse y sacarse aquella fatiga en su cuerpo mientras tomaba aquella dosis que evitaba que su cuerpo se volviera tan pesado como...

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Su cuerpo estaba tiritando por el cansancio que se albergaba en ella mientras su boca bebía rápidamente agua para refrescarse y sacarse aquella fatiga en su cuerpo mientras tomaba aquella dosis que evitaba que su cuerpo se volviera tan pesado como roca.

El sudor se deslizaba por toda su magullada piel debido a los estrictos y exigentes entrenamientos que ella se imponía a altas horas de la noche para cansar su cuerpo y mente.

Porque su único escape era drogarse con aquellos calmantes y exigirse hasta que su cuerpo y mente estuvieran exhaustas.

Incapaces a tener un hilo cuerdo de pensamientos.

Incapaz de poder sentir como el frío de la noche le calaba los huesos.

Incapaz a dejar que los pétalos se desbordaran por su garganta

Sin embargo, aquella rutina fue interrumpidas por aquellas noches en las que aquellas cuatro paredes le eran tan grandes y frias, en dónde sentía que la gravedad la aplastaría. Entonces el bálsamo a todas sus pesadillas era Kirishima quien con su cálido aroma a canela le ofrecia dormir en su habitación mientras se dedicaban a observar las pequeñas estrellas brillantes de color neón, dejando que el cálido ambiente los embriagara hasta quedarse dormidos. Al día siguiente Eiji la despertaba para que ella en silencio se fuera flotando aún adormilada a su habitación.

En dónde una vez accidentalmente aterrizó en la habitación de Mina y desde allí ahora su habitación era inundada por el aroma ácido de la pelirosa y el dulce picante olor de canela de Eiji, alejando aquel sentimiento agobiante en dónde la gravedad tiraba de su garganta buscando ahogarla en gardenias.

Desde entonces su compañía la ayudaron a desistir en aquellos entrenamientos que le facilitaban los días, hundiéndose en los brazos cálidos de aquellos dos, hundiéndose entre los chistes de kirishima y los coqueteos entre ellos dos, hundiéndose entre aquella cálida burbuja que evitaba que ella se ahogara.

Pero aquel día, su cuerpo ardía, podi sentir como la piel le quemaba y las raíces dentro de ella no paraban de arrastrarse por su pecho, haciéndola jadear dolorosamente.

Pero todo empeoró cuando en clases su temperatura subió hasta sentirse débil y fue allí cuando sintió como la amable y carrasposa mano de Izuku se había detenido en su frente, sorprendido por la fiebre tan alta que tenía.

Luego de eso, sus recuerdos eran borrosos pero su piel quemaba en sus brazos y un vago aroma amargo estaba impregnado en ella que la inquietaba de alguna manera.

Exhaló en busca de regular su respiración y se apoyo de la alta pared del campo de entrenamiento dejando su mirada achocolatada en el gran techo que le daba vida a aquella gigantesca gradas.

Pudo oír como el techo rugía con fuerza y el viento azotaba todo a su paso con el sonido burbujeante de las gotas de lluvia.

—No puede ser—maldijo en silencio para luego patear el piso, odiaba ser tan despistada.

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