1B. dos - perdida en la mala suerte

170 19 17
                                    

—No dejan descansar por la noche.

—Por favor, no pierdes nada con intentar arreglarlo. Te prometo que no soy alguien raro, en realidad soy un detective —confesó para darle confianza.

¿Agencia? ¿Detectives? Que cosas raras se escuchaban esos días, René no tenía idea de que el oficio existiera y nunca había visto con sus propios orbes una agencia como esa, o eso era lo que ella creía. De igual forma, no le causó curiosidad, y el teléfono empapado sobre sus manos... De alguna forma no le causaba lastima el trágico final que tuvo en su poder solo por una víspera.

—Tengo que ir a casa, mis padres estarán preocupados si no llego temprano. No te preocupes por el celular, era viejo y no tenía nada personal en él —argumentó la joven con la voz firme.

—Entiendo, pero enserio lo siento, tendré más cuidado a partir de hoy. Ve a casa con cuidado —prometió tranquilo, tampoco quería forzarla a ir a donde no quería.

—Me voy entonces.

Así, René siguió su camino a casa, tomó el tren en la estación y este la dejó sin mayor problema en el área de su vecindario, pero antes de llegar a casa, sucedió algo que no tenía planeado...

La vida daba muchas vueltas, podría marear a cualquier para obligarlo a bajarse de la montaña rusa, pero lentamente, sin apuros ni regaños.

Satō René había sido la excepción, sentada en esa silla de metal, amarrada de pies y manos sin cuidado, en ese lugar oscuro que no reconocía para nada. ¿Qué había sucedido?

—¡Confiesa! Tú fuiste la persona que robó nuestro depósito de armas ayer. Eres ese usuario que manipula el hielo —acusaron.

Debía tener miedo, en cambio, un terrible sentimiento de confusión y a la vez indiferencia le abordaba. Miraba hacia el frente sin bajar un poco la mirada.

—¿No vas a hablar? ¿Tus superiores te cortaron la lengua antes de ser atrapada? —se burlaron.

Una figura delgada salió de pronto de las tinieblas en aquella habitación. Llevaba un traje negro, un chaleco gris dentro de su saco corto y una gabardina puesta en los hombros, que era difícil adivinar cómo estaba puesta, ya que no se resbalaba por mucho que se moviera.

—No soy la persona que está buscando —confesó al pelirrojo de un tono muy extraño y este rió con elegancia.

—Que seas una niña, no quiere decir que seas inocente —acusó de nuevo—. Si confiesas que lo hiciste y me dices a dónde se las llevaron, tendrás una muerte rápida.

René no entendía como había terminado en esa situación. Recordaba haber llegado a casa hacía unas horas antes, pero de ahí en fuera, nada más.

—Ayer me comí una mosca —contó con seriedad y el mafioso le vió con notable duda—. Fue mientras estaba en la universidad comiendo un rollo de canela, que también solté cuando me picó una abeja. Aquí está la marca. —Intentó mostrarle la mano, pero era imposible por el nudo apretado sobre sus muñecas.

Innesperadamente, hizo reír a su amenaza y terminó viendo el suelo sin comprender que tenía de gracioso el relato. Era lo que lamentablemente había sucedido, ella todavía pensaba en silencio lo del rollo de pan. ¡Una verdadera tragedia!

—¿Me vas a decir que luego te caiste por un río? —cuestionó lo primero que pensó.

—Si —respondió en medio de sus risas—. Un loco me llevó consigo en su intento de suicidio.

El mafioso dejó de reír adbrutamente y se acercó hasta su lugar. Sus ojos azules después le vieron interrogación.

—¿Era un hombre de gabardina color arena, cabello castaño y cara de estúpido? —inquirió. René no comprendió por qué sonó molesto.

Inhabilidad | Bungo Stray Dogs, Historia InteractivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora