Acto I Cuadro I

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Cuadro 1


Al levantarse el telón está YERMA dormida con un tabanque de costura a los pies. La escena tiene una extraña luz de sueño. Un pastor sale de puntillas mirando fijamente a YERMA. Lleva de la mano a un niño vestido de blanco. Suena el reloj. Cuando sale el pastor la luz se cambia por una alegre luz de mañana de primavera. YERMA se despierta.

Canto.

VOZ
(Dentro.)
A la nana, nana, nana,
a la nanita le haremos
una chocita en el campo
y en ella nos meteremos.


YERMA.-  Juan, ¿me oyes?, Juan.

JUAN.-  Voy.

YERMA.-  Ya es la hora.

JUAN.-  ¿Pasaron las yuntas?

YERMA.-  Ya pasaron.

JUAN.-  Hasta luego.  (Va a salir.)

YERMA.-  ¿No tomas un vaso de leche?

JUAN.-  ¿Para qué?

YERMA.-  Trabajas mucho y no tienes tú cuerpo para resistir los trabajos.

JUAN.-  Cuando los hombres se quedan enjutos se ponen fuertes como el acero.

YERMA.-  Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro. Ahora tienes la cara blanca como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría que fueras al río y nadaras y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda, veinticuatro meses llevamos casados y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés.

JUAN.-  ¿Has acabado?
YERMA.-   (Levantándose.) No lo tomes a mal. Si yo estuviera enferma, me gustaría que tú me cuidases. «Mi mujer está enferma. Voy a matar este cordero para hacerle un buen guiso de carne». «Mi mujer está enferma. Voy a guardar esta enjundia de gallina para aliviar su pecho, voy a llevarle esta piel de oveja para guardar sus pies de la nieve». Así soy yo. Por eso te cuido.

JUAN.-  Y yo te lo agradezco.

YERMA.-  Pero no te dejas cuidar.

JUAN.-  Es que no tengo nada. Todas esas cosas son suposiciones tuyas. Trabajo mucho. Cada año seré más viejo.

YERMA.-  Cada año... Tú y yo seguiremos aquí cada año...

JUAN.-    (Sonriente.) Naturalmente. Y bien sosegados. Las cosas de la labor van bien, no tenemos hijos que gasten.

YERMA.-  No tenemos hijos... ¡Juan!

JUAN.-  Dime.

YERMA.-  ¿Es que yo no te quiero a ti?
JUAN.-  Me quieres.

YERMA.-  Yo conozco muchachas que han temblado y que lloraban antes de entrar en la cama con sus maridos. ¿Lloré yo la primera vez que me acosté contigo? ¿No cantaba al levantar los embozos de holanda? ¿Y no te dije: «¡Cómo huelen a manzanas estas ropas!»?

JUAN.-  ¡Eso dijiste!

YERMA.-  Mi madre lloró porque no sentí separarme de ella. ¡Y era verdad! Nadie se casó con más alegría. Y sin embargo...

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