El niño y el lobo

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Érase una vez en un castillo en medio del bosque una mujer que iba a ser madre, lloró mucho cuando nació su bebé, lloró porque su hijo nació con un defecto. No es un defecto físico, sino un defecto psicológico.

El niño creció y la madre sabía que algo andaba mal con su hijo, pero ella todavía no sabía qué era.

En un día, no muy lejano, la madre y su hijo estarán clamando por su vida porque no saben que hay un lobo al que le gusta devorar a las personas, especialmente a los niños, éste vaga en medio de los árboles altos de hojas oscuras como el aura que desprende aquel lugar.

El niño juró ver a una criatura malvada caminando cerca del perímetro de su casa, pero su madre nunca les tomó importancia a unas cuantas palabras de un infante. La mujer junto a su hijo fue al mercado, su madre no dejaba que nadie viera a su hijo porque era su creación más valiosa, y mucho menos dejaba que el niño fuera a la escuela como lo hacían los demás niños del pueblo, para evitar un acontecimiento de lo que después todos se podrían arrepentir.

El hijo le preguntaba con frecuencia a su madre por qué no podía salir, su madre solo se guardaba la clave de esa cuestión para ella misma; el hijo se la pasaba horas llorando porque no tenía amigos ni alguna mascota.

Su madre vio al niño mirando por la ventana, y la madre preguntó "¿Qué estás mirando?", Y el hijo respondió "Mirarás si lo ves desde este punto", el niño agarró a su madre del brazo y se aleja de su lugar para que su madre pudiera ver. Era el lobo, el lobo que acechaba su casa y ahora acechaba a su hijo.

La madre cerró las cortinas y obligó a su hijo a dormir.

Un miércoles por la mañana la madre preparaba una tarta de manzana, como de costumbre, su hijo jugaba en el jardín y ella pelaba las manzanas y luego las cortaba. El lobo aprovechó esa oportunidad para hablar con el infante y completar su objetivo que se planteó al ver al niño resguardado en ese castillo de piedra.

El cuerpo del niño se tensó y se llenó de miedo al ver esos dientes puntiagudos, esa boca y ojos grandes, pero el lobo dijo "Hola", su voz era muy amable, era una voz cálida y adictiva de escuchar.

Esa criatura invitó al hijo a jugar con él, y el niño aceptó. Al tener al pequeño niño entre sus garras el lobo sin darle muchas vueltas a su decisión se llevó consigo al hijo, se fue tan lejos con él para no ser encontrados por la madre, para que no lo volviera a encerrar en esa arquitectura fría y vacía; el animal de pelaje revoltoso lo había hecho para jugar con alguien y liberar al niño de su castigo involuntario.

FINAL DE LA HISTORIA

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